Domingo 6° de Pascua –
Ciclo C
Jn
14, 23 – 29
«El que me ama será fiel a
mi palabra»
Queridos hermanos y
hermanas:
Una vez más Jesús nos habla del amor; nos habla de lo que
implica amarlo a Él y de lo que este amor realiza en nosotros.
Pareciera ser que Jesús es consciente del desafío de
hablar del amor. Entendemos cosas y realidades tan diversas al escuchar o
pronunciar la palabra amor. “El término «amor» se ha convertido hoy en una de
las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos
acepciones totalmente diferentes.”[1]
Sin embargo, para el cristiano, para el discípulo de
Jesús, lo que es el amor y cómo vivirlo está siempre determinado por la palabra
y la vida de Jesucristo, aquél «que
habiendo amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin»
(Jn 13, 1); aquél que dijo a sus
amigos: «Éste es mi mandamiento: Ámense
los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la
vida por los amigos» (Jn 15, 12 –
13).
«El que me ama será fiel a
mi palabra»
Por lo tanto, cuando Jesús dice: «el que me ama será fiel a mi palabra», le está dando un objeto y
una orientación muy concretos al amor del discípulo, al amor del cristiano.
Prólogo del Evangelio según san Juan. Lengua latina. Novum Testamentum Graece et Latine, D. Eberhard Nestle. 15° Edición. Stuttgart, 1951. |
Es decir, amar a Jesús significa amar su palabra. Y como
nadie ama lo que no conoce, para amar auténticamente la palabra de Jesús
debemos conocerla, acogerla y vivirla.
¿Cuánto conocemos, acogemos y vivimos el Evangelio? ¿Cuánto tiempo dedicamos a la
lectura orante de la Palabra? ¿Cuánto permitimos que esa Palabra habite en
nuestro interior y nos oriente?
Amar es conocer; amar es acoger en nuestro interior; amar
es vivir lo conocido; amar es ser fiel como «Jesucristo,
el Testigo fiel» (Apoc 1,5) de
Dios.
«El Espíritu Santo les
enseñará y les recordará»
El Señor, que nos conoce y nos ama personalmente, sabe
que amar como Él no amó es una
experiencia que no podremos realizar sólo con nuestras propias fuerzas y
capacidades. Por eso Él nos promete un Paráclito, «el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre –dice el
Señor-, les enseñará todo y les recordará
lo que les he dicho» (Jn 14, 26).
Sí, junto con el don de sus palabras, Jesús nos promete
el don del Espíritu Santo. Es este Espíritu el que, a medida vayamos leyendo y
acogiendo el Evangelio de Jesús, nos
enseñará todo lo necesario y nos recordará la palabra justa en el momento
oportuno.
Hay una relación entre Evangelio y Espíritu. Por eso la lectura orante de los evangelios
nunca es mero ejercicio intelectual o actividad informativa; se trata, sobre
todo, de una feliz experiencia del Espíritu. Porque si aprendemos a buscar en
medio de las palabras del Evangelio
al que es la Palabra hecha carne (Jn
1, 14), entonces experimentaremos la acción del Espíritu que es Maestro de amor
y Memoria de amor.
Maestro de amor porque nos enseñará, en el contacto con
los evangelios, a amar a Jesús y como Jesús. Memoria de amor porque en las
distintas situaciones de nuestra vida nos hará presente la vida y la palabra de
Jesús.
«Iremos a él y habitaremos
en él»
Así, conociendo vitalmente la palabra de Jesús, y acogiéndola
para vivirla por la acción del Espíritu Santo en nosotros, experimentaremos lo que
obra el amor de Cristo en nosotros: «El que
me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en
él» (Jn 14, 23).
El auténtico amor a Cristo –expresado en el conocimiento amoroso
y la vivencia del Evangelio- obra en nosotros
el don de la inhabitación de Dios en nuestra alma. “Quien ama al Señor Jesús y observa
su palabra experimenta ya en este mundo la misteriosa presencia de Dios uno y trino.”[2]
Y no puede ser de otra manera ya que irradiamos lo que amamos,
irradiamos lo que llevamos en el corazón. Y si llevamos el Evangelio en el corazón, el mismo Dios que es amor (cf. 1 Jn 4, 16) pondrá su morada en nuestro interior
y nos concederá la auténtica paz, aquella que no procede del mundo (cf. Jn 14, 27) sino de ese amor más grande que
es capaz de dar la vida por sus amigos (cf. Jn
15, 13).
A María, Mater Verbi
– Madre del Verbo, que supo acoger en sus entrañas a la Palabra del Padre y
permanecer fiel al sí que pronunció, le pedimos que nos eduque para conocer y vivir
el Evangelio de su hijo y que implore
para nosotros “la prometida irrupción del Espíritu Santo”[3]
que nos enseñará y recordará las palabras de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.
[1]
BENEDICTO XVI, Deus Caritas est, 2.
[2] BENEDICTO
XVI, Homilía, VI Domingo de Pascua, 13
de mayo de 2007 [en línea]. [fecha de consulta: 26 de mayo de 2019]. Disponible en:
<https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2007/documents/hf_ben-xvi_hom_20070513_conference-brazil.html>
[3] P.
JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 353.
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Audio de esta homilía disponible en: <https://drive.google.com/open?id=117qq8hhFNpxI2mP9FCHd2k1BK2KG8Abd>
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