La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 16 de agosto de 2020

Al cielo vais, Señora

 

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María – 2020

Lc 1, 39 – 56

Al cielo vais, Señora

 

Queridos hermanos y hermanas:

            En el día de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo, un himno de la Liturgia de las Horas canta:

            “Al cielo vais, Señora,

            allá os reciben con alegre canto;

            ¡oh, quién pudiera ahora

            asirse a vuestro manto

            para subir con vos al monte santo!”[1]

            Inmediatamente nuestra alma trata de imaginar este viaje celestial: “al cielo vais, Señora”. Sin embargo, cuando la fe católica nos habla “de la asunción en cuerpo y alma de María al cielo no debemos imaginar una nueva localización del cuerpo de María. Por el contrario, debemos pensar en un cambio de estado del cuerpo de María. Se trata del paso de la condición terrena a la condición gloriosa de la totalidad de su persona, que se encuentra unida al cuerpo espiritual y glorioso de su Hijo”[2], el Resucitado.

«María partió y fue sin demora a un pueblo»

            Sin embargo, antes de poner nuestra mente y nuestro corazón en el viaje celestial de María, debemos con Ella, realizar otro viaje, similar al que nos relata el texto evangélico de hoy:

            «Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.» (Lc 1, 39-40. 56).

            María –estando embarazada- se pone en camino «sin demora» para acompañar, ayudar y servir a su prima Isabel. Alertada por el ángel del embarazo de su pariente, no duda en poner se en camino para servir. María sabe estar presente en los momentos y lugares en los que hay que estar presentes.

            El Evangelio no nos relata lo que ocurrió en la casa de Zacarías e Isabel durante la estancia de María allí. Sin embargo, podemos suponer por las palabras de María que Ella misma compartió con los suyos su gozo en Dios; que Ella misma miró con bondad y respeto la pequeñez y necesidad de los que la rodeaban y se hizo servidora asumiendo tareas muy concretas.

            Probablemente Ella misma testimonió la misericordia de Dios que «se extiende de generación en generación» realizando obras de misericordia a favor de los suyos.

            Contemplando y meditando esta escena del Evangelio vemos un “estilo mariano” de vivir la vida.[3] En María vemos que la humildad y ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1, 52.53) es la que pone calidez de hogar”[4] allí donde llega.

«Una mujer revestida del sol»

            El viaje de María a «un pueblo de la montaña de Judá» y su estancia en casa de sus parientes fue mucho más que una visita familiar casual o un simple paseo ocioso y sin compromiso.

            En realidad fue el inicio de un viaje que continuaría durante toda su vida; el viaje del amor a Dios y al prójimo. Un viaje que es un “camino permanente, (…) un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí”[5]; en la entrega al tú del prójimo.

            Más que un viaje celestial, la vida terrena de María fue un viaje por los caminos del amor humano; por los caminos del amor concreto a las personas. Su vida fue un continuo caminar con Cristo y como Cristo.

            Verdaderamente Ella caminó con el Señor por la vida; con Él amó y sufrió; y, por ello, “una vez terminado el curso de la existencia terrena”[6], Jesucristo la asumió en cuerpo y alma al cielo. Y así se nos presenta hoy como el «gran signo» que aparece en el firmamento: «una mujer revestida del sol» (Apoc 12,1).

            Una mujer signo del amor concreto, signo del amor humano que se transfigura luminoso como amor a Dios.  

Al cielo vais, Señora

            Comprendemos entonces que el viaje de María a los cielos inició aquí en la tierra en los caminos polvorientos y humildes del amor concreto a los demás.

           


Solemnidad de la Asunción de la Virgen María
Iglesia Santa María de la Trinidad - Santuario de Tupã
renda
15 de Agosto de 2020.

“Al cielo vais, Señora,

            allá os reciben con alegre canto;

            ¡oh, quién pudiera ahora

            asirse a vuestro manto

           para subir con vos al monte santo!”

            Podemos asirnos al manto de María, podemos tomarnos de su manto. Si cada día amamos concretamente a quienes nos rodean; si cada día cuidamos la vida y la familia en este tiempo tan particular y exigente; si cada día respetamos la dignidad de cada mujer y de cada hombre, de cada persona humana. Si así vivimos, estaremos tomándonos del manto y de la mano de María, y estaremos caminando con Ella y con su Hijo hacia el Cielo.

            “Al cielo vais, Señora.” Vamos contigo querida Madre. Nada sin Ti, nada sin nosotros. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.P.

Iglesia Santa María de la Trinidad, Santuario de Tupãrenda

15 de Agosto de 2020



[1] LITURGIA DE LAS HORAS, La Asunción de la Santísima Virgen María, II Vísperas, Himno.

[2] P. OSCAR I. SALDIVAR, «La Asunción de María: destino de la Iglesia»

[3] FRANCISO, Evangelii Gaudium, 288

[4] Ibídem

[5] BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 6.

[6] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 354.

No hay comentarios:

Publicar un comentario