Solemnidad de la Asunción
de la Virgen María – 2020
Lc
1, 39 – 56
Al cielo vais, Señora
Queridos hermanos y hermanas:
En el día de la Asunción
de la Bienaventurada Virgen María al Cielo, un himno de la Liturgia de las Horas canta:
“Al cielo vais,
Señora,
allá os reciben con alegre canto;
¡oh, quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!”[1]
Inmediatamente nuestra alma trata de imaginar este viaje
celestial: “al cielo vais, Señora”.
Sin embargo, cuando la fe católica nos habla “de la asunción en cuerpo y alma
de María al cielo no debemos imaginar una nueva localización del cuerpo de
María. Por el contrario, debemos pensar en un cambio de estado del cuerpo de
María. Se trata del paso de la condición terrena a la condición gloriosa de la
totalidad de su persona, que se encuentra unida al cuerpo espiritual y glorioso
de su Hijo”[2],
el Resucitado.
«María partió y fue sin
demora a un pueblo»
Sin embargo, antes de poner nuestra mente y nuestro
corazón en el viaje celestial de María, debemos con Ella, realizar otro viaje,
similar al que nos relata el texto evangélico de hoy:
«Durante su
embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. María permaneció con Isabel
unos tres meses y luego regresó a su casa.» (Lc 1, 39-40. 56).
María –estando embarazada- se pone en camino «sin demora» para acompañar, ayudar y
servir a su prima Isabel. Alertada por el ángel del embarazo de su pariente, no
duda en poner se en camino para servir. María sabe estar presente en los
momentos y lugares en los que hay que estar presentes.
El Evangelio no
nos relata lo que ocurrió en la casa de Zacarías e Isabel durante la estancia
de María allí. Sin embargo, podemos suponer por las palabras de María que Ella misma
compartió con los suyos su gozo en Dios; que Ella misma miró con bondad y
respeto la pequeñez y necesidad de los que la rodeaban y se hizo servidora
asumiendo tareas muy concretas.
Probablemente Ella misma testimonió la misericordia de
Dios que «se extiende de generación en
generación» realizando obras de misericordia a favor de los suyos.
Contemplando y meditando esta escena del Evangelio vemos un “estilo mariano” de
vivir la vida.[3]
En María vemos que la humildad y ternura no son virtudes de los débiles sino de
los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes.
Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1, 52.53) es la que pone calidez de
hogar”[4]
allí donde llega.
«Una mujer revestida del
sol»
El viaje de María a «un
pueblo de la montaña de Judá» y su estancia en casa de sus parientes fue
mucho más que una visita familiar casual o un simple paseo ocioso y sin
compromiso.
En realidad fue el inicio de un viaje que continuaría
durante toda su vida; el viaje del amor a Dios y al prójimo. Un viaje que es un
“camino permanente, (…) un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación
en la entrega de sí”[5];
en la entrega al tú del prójimo.
Más que un viaje celestial, la vida terrena de María fue
un viaje por los caminos del amor humano; por los caminos del amor concreto a
las personas. Su vida fue un continuo caminar con Cristo y como Cristo.
Verdaderamente Ella caminó con el Señor por la vida; con
Él amó y sufrió; y, por ello, “una vez terminado el curso de la existencia
terrena”[6],
Jesucristo la asumió en cuerpo y alma al cielo. Y así se nos presenta hoy como
el «gran signo» que aparece en el
firmamento: «una mujer revestida del sol»
(Apoc 12,1).
Una mujer signo del amor concreto, signo del amor humano
que se transfigura luminoso como amor a Dios.
Al cielo vais, Señora
Comprendemos
entonces que el viaje de María a los cielos inició aquí en la tierra en los
caminos polvorientos y humildes del amor concreto a los demás.
Solemnidad de la Asunción de la Virgen María Iglesia Santa María de la Trinidad - Santuario de Tupãrenda 15 de Agosto de 2020. |
allá os reciben con alegre canto;
¡oh, quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!”
Podemos asirnos al manto de María, podemos tomarnos de su
manto. Si cada día amamos concretamente a quienes nos rodean; si cada día
cuidamos la vida y la familia en este tiempo tan particular y exigente; si cada
día respetamos la dignidad de cada mujer y de cada hombre, de cada persona
humana. Si así vivimos, estaremos tomándonos del manto y de la mano de María, y
estaremos caminando con Ella y con su Hijo hacia el Cielo.
“Al cielo vais,
Señora.” Vamos contigo querida Madre. Nada sin Ti, nada sin nosotros. Amén.
P. Oscar Iván
Saldívar, I.Sch.P.
Iglesia
Santa María de la Trinidad, Santuario de Tupãrenda
15
de Agosto de 2020
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