La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 23 de agosto de 2020

«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

 

Domingo 21° del tiempo durante el año – Ciclo A

Mt 16, 13 – 20

«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

 

Queridos hermanos y hermanas:

Acabamos de escuchar un conocido pasaje del Evangelio según san Mateo. Un pasaje que comúnmente se conoce con el nombre del “primado de Pedro”, pues, precisamente en el mismo se hace hincapié en la misión particular  que Jesús le confía a Pedro entre los discípulos.

En este pasaje somos testigos de un diálogo interesante, y a la vez hermoso, entre Jesús y sus discípulos. En la primera parte del mismo Jesús pregunta: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16, 13). Y los discípulos van respondiendo aquello que han escuchado decir a los demás sobre Jesús (cf. Mt 16, 14). La gente ubica a Jesús entre los profetas; la gente ubica a Jesús en el horizonte de los personajes religiosos conocidos para Israel.

Pero cuando Jesús cambia un poco la pregunta y la personaliza: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?» (Mt 16, 15); Simón Pedro toma la palabra y profesa su fe en Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). A su vez, Jesús le contesta a Simón Pedro con una respuesta sorprende y hermosa a la vez: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.» (Mt 16, 17).

Y luego de esta bienaventuranza que Jesús le dedica a Pedro, Jesús realiza una acción del todo singular. Jesús le impone un nuevo nombre a Simón (cf. Mt 16, 18). En la traducción castellana el nuevo nombre de Simón es “Pedro”, y por eso, con facilidad luego se asociará a Pedro con “piedra”: «Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos.» (Mt 16, 18 – 19a).

Detengámonos a meditar en una de las imágenes relacionadas con Pedro en el evangelio de hoy: la piedra.

«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

            En realidad los estudiosos de la Sagrada Escritura nos dicen que a pesar de que el nombre “Cefas”, tal cual aparece en el Evangelio según san Juan: «“Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro.» (Jn 1, 42); se traduce clásicamente como “piedra”, la traducción más exacta sería en realidad la de “roca”[1].

Así el nombre “Cefas”, que Jesús impone a Simón, y que se ha traducido por Pedro y de ahí se asocia con “piedra”, en realidad significa “roca”. Esto es importante porque significa que Pedro -la roca sobre la cual Jesús quiere edificar su Iglesia- participa, por una particular gracia de Dios, de la solidez duradera de Dios y de su Mesías, y de la fidelidad de Dios y su Mesías. Es una gracia, es un regalo, es un don que se le hace a Pedro en atención a la misión que cumplirá para sus hermanos en la Iglesia.

Pedro participa de la solidez y fidelidad de Dios y de su Cristo. Pedro no es fuente de esta gracia, él participa de esta gracia, la recibe en atención de a su misión y deberá aprender a ser fiel a ella.

Además, si Pedro es “roca”, esto nos recuerda también a Abraham, ya que en Isaías 51, 1 - 2 se nos dice: «Fíjense en la roca de la que fueron tallados, en la cantera de la que fueron extraídos; fíjense en su padre Abraham y en Sara, que los dio a luz». Por lo tanto hay aquí un paralelo entre Pedro y Abraham. Abraham es el padre en la fe en el Antiguo Testamento, y de alguna manera, también podemos decir que Pedro es el padre en la fe en el Nuevo Testamento, porque es el que confiesa quién es verdaderamente Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16).

«A manera de piedras vivas»

            Esa es nuestra fe, allí está sintetizada nuestra fe cristiana, la cual ha sido confesada por Pedro. Y por eso Pedro es también la roca de la cual nosotros hemos sido tallados. Precisamente en la Primera Carta de San Pedro, para referirse a los cristianos se utilizará la imagen de las “piedras vivas”: «También ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual» (1 Pedro 2, 5).

            Así cada uno de nosotros, bautizados y bautizadas, somos “piedras vivas” en la Iglesia, y como piedras vivas hemos sido extraídos de una cantera, de una roca-madre que es Pedro y su confesión de fe en Jesús.

            ¿Qué significa esto vitalmente para nosotros y para nuestra fe?

            Que en el fondo tenemos que familiarizarnos con Pedro y su camino de fe tal cual se nos muestra en los Evangelios. Muchas veces el camino de Pedro va a iluminar también nuestro propio camino de fe.

           

San Pedro.
El Greco. Óleo sobre tela, 1605- 1610.
El Escorial, España.
Wikimedia Commons.
Pedro fue llamado por Jesús, sacado de sus tareas cotidianas para seguirlo a Jesús y así convertirse en “pescador de hombres” (cf. Mt 4, 19) Pedro siguió a Jesús, convivió con Él, lo escuchó y muchas veces no lo entendió ni comprendió su mensaje. Aún así Jesús siguió creyendo en Pedro, siguió educándolo y formándolo para la misión que tenía pensada para él.

            En momentos de fervor y animosidad, Pedro llegará a decirle a Jesús: «Yo daré mi vida por ti» (Jn 13, 37). Sin embargo sabemos que un momento de temor y de fragilidad, Pedro negará el conocer a Jesús (cf. Mt 26, 70 – 75). Pero, arrepentido, volverá a su Maestro, y así se convertirá en testigo de la resurrección y del Resucitado. Y en último término, Pedro aprenderá a amar y a seguir a su Maestro apacentando las ovejas que este le confía (cf. Jn 21, 15 – 19).

            Así en Pedro se nos muestra el camino de todo hombre y de toda mujer de fe. Si nos ponemos a pensar, también nosotros hemos sido llamados por Jesús de en medio de nuestras tareas cotidianas, de en medio de nuestras vidas, de nuestras ocupaciones y preocupaciones.

            Y se nos llamó para algo: para seguir a Jesús, para estar con Él, aún cuando no lo entendemos o comprendemos. Y aún en esos momentos de poca claridad, sabemos que el Señor está con nosotros. También nosotros tenemos momentos de emoción donde decimos: “voy a dar mi vida por Jesús”; y a veces, también tenemos momentos de temor donde no queremos comprometernos, o momentos de desilusión; desilusión de la Iglesia, desilusión de nuestros hermanos en el camino de fe.

            A veces también negamos al Señor con nuestras acciones, pero siempre sabemos que podemos volver a Él, y siempre de nuevo el Señor nos permite volver a convertirnos en testigos suyos en el día a día.    

El camino fe con Pedro

            Por eso el camino de fe es también hacer un camino con Pedro y como Pedro. ¿Y qué significa hoy caminar con Pedro y como Pedro? Concretamente, caminar con Pedro y como Pedro significa que el caminar en la fe cristiana es caminar con la Iglesia y con el Papa.

            Sabemos y creemos que la misión de Pedro –y de alguna forma la presencia de Pedro- se ha ido transmitiendo en sus sucesores, en el Obispo de Roma, hoy el Papa Francisco, el Pedro que Jesús nos regala para este tiempo.

            Entonces estamos llamados a caminar nuestro camino de fe con el Papa. Alimentarnos con sus enseñanzas y exhortaciones, dejarnos motivar por sus desafíos pastorales y de conversión, y con él aceptar a la Iglesia concreta que somos todos nosotros: aceptar a los hermanos y hermanas con los cuales caminamos en la fe. Pues se trata de caminar con Pedro, se trata de caminar con la Iglesia. Jesús ha querido reunirnos como comunidad de fe, ha querido que aprendamos a caminar juntos, para seguirle juntos.

            Pues recordemos que de esa roca-madre que es Pedro y que es la Iglesia, hemos salido también nosotros. No somos, por decirlo de alguna manera, piedras aisladas o de otra cantera. Nuestra cantera es Pedro, la Iglesia, y la fe que la Iglesia confiesa en Jesús resucitado hoy.

            Y porque la fe y la vida que surge de ella es eclesial, es decir, es comunitaria; el testimonio cristiano será creíble, será sólido como una roca sobre al cual se puede edificar una vida, si es en comunión, si es eclesial, si es en amor.

            A María, Mater Ecclesiae – Madre de la Iglesia, le pedimos que nos ayude a caminar como hermanos y hermanas en la Iglesia y a volver a tomar consciencia de que todos hemos nacido de esa roca-madre que es la fe de Pedro, y que por lo tanto, nos pertenecemos los unos a los otros, y que juntos, como piedras vivas, damos el testimonio que el mundo necesita hoy: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Amén.


[1] X. LÉON-DUFOUR, Vocabulario de Teología Bíblica, «Pedro (san)» (Editorial Herder, Barcelona 1993), 670 – 672.

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