La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

lunes, 19 de octubre de 2020

Con María, Reina de la Salud, cuidamos la vida y la familia - 18 de Octubre de 2020

 

Domingo 29° durante el año – Ciclo A

Mt 22, 15 – 21

18 de Octubre de 2020

Con María, Reina de la Salud, cuidamos la vida y la familia

 

Queridos hermanos y hermanas:

            En el evangelio de hoy (Mt 22, 15 – 21) se nos presenta a «los fariseos [que] se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones» (Mt 22, 15); con tal finalidad le preguntan al Señor: «¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?» (Mt 22, 17).

            La pregunta es compleja y está planteada de forma hábil y capciosa. Si Jesús responde afirmativamente, se pone del lado del poder romano que oprime al pueblo de Israel; si responde negativamente, puede ser acusado por sus mismos interlocutores por alzarse en rebelión en contra del poder de ocupación. En cualquiera de los dos casos los fariseos esperar «sorprender» a Jesús y desacreditarlo tanto ante los judíos como los romanos.

            Sin embargo, serán los fariseos quienes quedarán sorprendidos por la inesperada sabiduría y profundidad de la respuesta de Jesús: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo  que es de Dios» (Mt 22, 21).

«Den al César lo que es del César»

            ¿Qué significa «den al César lo que es del César»?

            Antes de ofrecer esta respuesta a los fariseos, Jesús pide: «Muéstrenme la moneda con la que pagan el impuesto», seguidamente el Señor pregunta: «“¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”».

            Jesús reconoce que la moneda lleva la inscripción del César, por lo tanto le pertenece al César.

            A partir de allí podríamos decir que Jesús reconoce que hay una autoridad establecida que gobierna la vida social. De aquí no podemos sacar la conclusión de que Jesús aprobaba la ocupación romana en Israel. No es este el punto.

            Sin embargo, nosotros, discípulos de Jesús hoy, podemos reflexionar en que Jesús distingue claramente entre el ámbito espiritual religioso y el ámbito político. No los mezcla, no los confunde, no los une. En efecto, “el reino de Jesús no puede ser identificado con ninguna estructura política.”[1] De hecho, en otro pasaje evangélico el Señor mismo dirá: «Mi Reino no es de este mundo» (cf. Jn 18, 36).

            Ahora bien, también es importante señalar que en este pasaje de Mateo, Jesús no se opone necesariamente a la autoridad política. Le reconoce su lugar dentro de los límites justos y razonables: «Den al César lo que es del César».

            Lo mismo hacemos los cristianos: damos al César lo que es del César. Lo que corresponde al Estado cuando este vela por el orden social y el bien común, los cristianos lo damos: impuestos, capacidades, cooperación. Así lo hemos hecho especialmente en este tiempo de pandemia ayudando concretamente a cuidar la vida y la familia.

De la misma manera, nuestra vocación cristiana nos lleva a alzar la voz cuando el Estado no cumple con su rol y cometido en la vida social, pues la Iglesia -y en Ella cada bautizado- “tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia a favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación.”[2]

Sí, al César pertenecen sus monedas, su autoridad para servir al bien común de toda la sociedad y nuestra cooperación como ciudadanos maduros y corresponsables.

Pero, ¿qué pertenece a Dios?

«A Dios, lo que es de Dios»

            Jesús sorprende a los fariseos –y también nos sorprende a nosotros- al responder: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».

            ¿Qué es lo que pertenece a Dios? Volvamos a la moneda con la cual pagaban el impuesto al César. «Le presentaron un denario» con la figura y la inscripción del César. El denario lleva la marca, el sello del César.

            A partir de allí podríamos preguntarnos: ¿Dónde ha dejado Dios su sello, su marca? Por la fe sabemos y creemos que “el universo está lleno de la presencia de Dios, pero sobre todo ha dejado la huella de su gloria en el hombre –varón y mujer-, creado a su imagen.”[3] Sí, por el acto creacional, cada uno de nosotros es imagen de Dios, cada uno de nosotros lleva la huella de Dios.

            Y por el acto salvador en Cristo, cada uno de nosotros ha sido sellado por Dios.  Como dice san Pablo: «[En Cristo], ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido.» (Ef 1, 13).

            Sí, nosotros le pertenecemos a Dios. Portamos su imagen y su sello. Cada persona, cada vida humana, le pertenece a Dios. Cada persona humana es imagen de Dios y por ello tiene una dignidad inalienable. Cada cristiano lleva en su interior el sello del Espíritu, es pertenencia e instrumento de Dios.

            Por ello es que Jesús tiene la libertad interior de reconocer su espacio a la autoridad política, sin confundir ese espacio con el ámbito de la fe, del Reinado de Dios. Las relaciones sociales humanas necesitan instrumentos humanos que las rijan y coordinen justamente, salvaguardando la dignidad inalienable de cada persona humana y respetando y reconociendo la libertad de consciencia en cuestiones religiosas y de fe.

            El Señor sabe que tenemos la libertad y el anhelo de entregar nuestro corazón a Dios, a quien le pertenece y en quien descansa. Y precisamente, un corazón entregado a Dios está capacitado para cooperar auténticamente al bien común de la sociedad porque “si el corazón del hombre no es bueno, ninguna otra cosa puede llegar a ser buena. Y la bondad de corazón solo puede venir de Aquel que es la bondad misma, el Bien.”[4]

Con María, Reina de la Salud

            Por ello, al celebrar hoy los 106 años de la Alianza de Amor con María invocándola como Reina de la Salud, con decisión, confianza y esperanza, renovamos con Ella la Alianza de Amor, ese mutuo intercambio de corazones, bienes e intereses.

         

Captura de pantalla
de la transmisión de la Misa del 18 de Octubre en Tupãrenda.
Iglesia Santa María de la Trinidad.
18 de Octubre de 20202.


Como dice nuestro Padre Fundador, se trata de “una perfecta alianza de amor recíproca, es decir, un perfecto intercambio recíproco de bienes o de corazones, o una perfecta fusión de corazones entre los dos contrayentes de la alianza. (…) La actitud de ambos tiene el mismo espíritu: Totum pro toto, todo por todo; entrega total por entrega total, amor por amor, fidelidad por fidelidad.”[5]

            Y esta perfecta Alianza de Amor, esta entrega total a la Santísima Virgen María se realiza “por Dios, en Dios y para Dios”[6] y por ello la Alianza de Amor con María es renovación del Bautismo en Cristo y realización de lo que hoy nos pide Jesús: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios», el corazón.

            A María, Reina de la Salud, le entregamos nuestro corazón consagrado para que lo lleve “hasta el corazón mismo de Dios Trino, para que nazca Cristo de nuevo en todos los paraguayos.”[7]   

            A María, Reina de la Salud, le entregamos nuevamente la corona ofreciéndonos como instrumentos para cuidar la vida y la familia.

            Reina de la Salud, ruega por nosotros.

            Reina de la Salud, cuenta con nosotros. Amén.

 


P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda



[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración (Editorial Planeta Chilena S.A., Santiago de Chile 2007), 65.

[2] BENEDICTO XVI, Caritas in veritate 9

[3] Cf. MISAL ROMANO, Prefacio Común IX.

[4] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración (Editorial Planeta Chilena S.A., Santiago de Chile 2007), 58.

[5] P. JOSÉ KENTENICH, El Secreto de la vitalidad de Schoenstatt. 2° Parte. Espiritualidad de Alianza (Editorial Nueva Patris S.A., Santiago de Chile 2011), 209.

[6] Ídem, 210.

[7] Oración María de la Trinidad.

domingo, 11 de octubre de 2020

Descubrimos el Santuario Hogar como cuna de santidad

Domingo 28° durante el año – Ciclo A

Mt 22, 1 – 14

Tercer día del Novenario Tupãrenda 2020

Con María, Reina de la Salud,

descubrimos el Santuario Hogar como cuna de santidad.

 

Queridos hermanos y hermanas:

            ¿Cómo comprender la parábola de hoy? «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo» (Mt 22, 2).

            Escuchemos lo que nos dicen los estudiosos de la Sagrada Escritura. En primer lugar nos dicen que probablemente el texto evangélico que hemos escuchado hoy (Mt 22, 1 – 14) sea la conjunción de dos parábolas. “Muchos opinan que san Mateo en 22, 11 – 14 ha enlazado una corta parábola, que originalmente era independiente, con la parábola más larga”[1], que sería la que se encuentra en los versículos 1 – 10.

            Esto es muy probable ya que “la historia tiene dos partes y dos puntos culminantes. La primera parte concluye con la invitación de los nuevos huéspedes en lugar de los que fueron invitados en primer lugar (22, 10). La segunda parte tiene como punto culminante la separación de un huésped sin traje de boda.”[2]

            El otro dato importante que nos entregan los exégetas es que el banquete nupcial del que trata la parábola, es el banquete escatológico; tal como lo describe la primera lectura tomada de Isaías 25, 6 – 9.

            Meditemos en la segunda parte del texto evangélico, a partir de los versículos 11 – 14.

«El traje de fiesta»

            ¿En qué consiste el traje de fiesta que deben vestir los invitados? ¿Cómo es posible que alguien que ha sido invitado en los «cruces de camino» pueda tener consigo un traje de fiesta?

            Recordemos que se trata de una parábola y que esta versa sobre el banquete escatológico, es decir, el encuentro definitivo con Dios al final del tiempo.

           


Por lo tanto, los que han sido invitados a las bodas, «buenos y malos», somos todos y cada uno de nosotros. Cada uno, en este tiempo, en su tiempo de vida, ha sido y es invitado a participar del banquete nupcial del Señor, a participar de su Iglesia. Todos estamos esa sala luminosa y festiva que es la Iglesia.

            ¿Hemos recibido un traje de fiesta al entrar al banquete del Señor en la Iglesia? Sí, se trata del Bautismo. «Porque todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo.» (Gal 3, 26 – 27).

            Dice san Gregorio Magno, citado por Benedicto XVI: “Todos los fieles congregados en la Iglesia han recibido el vestido nuevo del bautismo y de la fe; de lo contrario no estarían en la Iglesia. Entonces, ¿qué les falta aún? ¿Qué vestido nupcial debe añadirse aún?”[3]

            Gregorio Magno responde: “«el vestido del amor». Y por desgracia, entre sus huéspedes, a los que había dado el vestido nuevo, el vestido blanco del nuevo nacimiento, el rey encuentra alguno que no llevaba el vestido color púrpura del amor a Dios y al prójimo”[4]; el vestido de la santidad de la vida diaria.

El Santuario Hogar como cuna de santidad

            Ahora comprendemos que “incluso los fieles van hacia la separación definitiva. Aunque están invitados, es decir aunque fueron llamados, aún no están definitivamente salvados.”[5]

            Sin embargo no se trata de atemorizarnos o de preguntarnos cuántos se salvarán, sino más bien de vivir nuestra vocación bautismal de tal forma que seamos salvados, de tal forma que seamos admitidos en la Eucaristía escatológica.

            Y ese modo de vivir en medio de los «cruces de camino» de la vida es la santidad. “En el fondo la santidad es vivir en unión con Jesús los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él.”[6]

            Y así, “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.”[7]

            En Alianza con María, dejemos “que la gracia del Bautismo fructifique en un camino de santidad.”[8]

            En Alianza con María, descubramos el Santuario Hogar como cuna de santidad. Allí en lo cotidiano de nuestra vida. Allí está Ella para enseñarnos a vivir toda nuestra vida unidos a Jesús. Allí está Ella animándonos a comenzar siempre de nuevo. Allí está Ella despertando el anhelo de nuestro corazón por una vida plena. Allí está Ella para que cada día nos volvamos a revestir de Cristo y del traje de fiesta del amor a Dios, al prójimo y a uno mismo.

            En Alianza con María, Reina de la Salud, descubramos cada Santuario Hogar, cada Rincón de Alianza, cada Nicho de Oración familiar, como cuna de santidad.

            Reina de la Salud, ruega por nosotros.

            Reina de la Salud, cuenta con nosotros. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda

11 de octubre de 2020



[1] W. TRILLING, El Evangelio según san Mateo. Tomo Segundo (Herder, Barcelona 1980), 216.

[2] Ibídem

[3] BENEDICTO XVI, Homilía, Jueves Santo 5 de abril de 2007 [en línea]. [fecha de consulta: 11 de octubre de 2020]. Disponible en: <http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2007/documents/hf_ben-xvi_hom_20070405_messa-crismale.html>

[4] Ibídem

[5] W. TRILLING, El Evangelio según san Mateo…, 221.

[6] PAPA  FRANCISCO, Gaudete el Exsultate, 20.

[7] PAPA  FRANCISCO, Gaudete el Exsultate, 14.

[8] PAPA  FRANCISCO, Gaudete el Exsultate, 15.

viernes, 9 de octubre de 2020

Con María, Reina de la Salud, nos educamos a nosotros mismos como personalidades recias, libres y apostólicas

 

Novenario en preparación al 18 de Octubre de 2020

Primer día del Novenario

Lc 11, 15 - 26

 Con María, Reina de la Salud,

nos educamos a nosotros mismos

como personalidades recias, libres y apostólicas

 

Queridos hermanos y hermanas:

            Iniciamos hoy el tiempo del Novenario en preparación al 18 de Octubre, tiempo especial, tiempo de gracia en el cual queremos preparar nuestros corazones para renovar la Alianza de Amor con María y nuestro Bautismo en Cristo.

            Vivamos cada día del Novenario como un día único, especial. Un día en el cual Cristo y María salen a nuestro encuentro para decirnos: “¡Ánimo! ¡Alégrate! Estoy contigo!”.

            Quien cree nunca está solo. Siempre vive todas las circunstancias de la vida con Cristo y María. En la intimidad siempre son tres corazones: el aliado, María y Jesús, se trata de una “tri-unidad” de amor.

«El Reino de Dios ha llegado a ustedes»

            En el Evangelio (Lc 11, 15 – 26) Jesús nos dice: «Si yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes» (Lc 11, 20)

            «El Reino de Dios ha llegado a ustedes», es el anuncio que Jesús nos hace a cada uno de nosotros; es el don que Jesús nos hace a cada uno de nosotros.

            Desde el momento en que nos encontramos con el Señor, desde el momento en que Él nos encontró a nosotros, nuestra vida comenzó a cambiar de a poco. De a poco el Reino de Dios se hizo presente en nuestras vidas. Ese Reino que san Pablo describe de la siguiente manera: «el Reino de Dios no es cuestión de comida o de bebida, sino de justicia, de paz y de gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14, 17).

            Justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Son los signos de la presencia del Reino de Dios en nuestra vida. Y cuando trabajamos en nuestras familias y en nosotros mismos por la justicia en las relaciones interpersonales y sociales, la paz en los corazones y la alegría en la comunidad, Jesús va expulsando de nuestras vidas diversos demonios y malos espíritus. “Quienes se dejan salvar por Jesús son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.”[1]

Con María, nos educamos a nosotros mismos

           

Primer día del Novenario en preparación
al 18 de Octubre de 2020.
Iglesia Santa María de la Trinidad,
Santuario de Tup
ãrenda, Paraguay.

Si bien el Reino de Dios es un don que nos trae Jesús, también es una tarea para nosotros el recibir y cultivar este don.

            ¿Cómo lo hacemos? Por medio de la auto-educación. “Con María, Reina de la Salud, nos educamos a nosotros mismos como personalidades recias, libres y apostólicas.”

            Esa es la manera concreta de recibir el don del Reino y de cultivarlo. Esa es la manera concreta de “recoger con Jesús” (cf. Lc 11, 23).

            La auto-educación de nuestra personalidad no reemplaza la gracia de Dios, la acción de Jesús; sino que nos predispone a recibir mejor la gracia de Dios. Es como preparar la tierra del corazón para recibir la semilla del Reino de Dios. En una personalidad recia –con principios y valores claros-, libre –de los estados de ánimo y del egoísmo- y apostólica, el Reino de Dios puede manifestarse sin obstáculos y así ser fecundo en el corazón, en la familia y en la comunidad.

            Volvamos a comprometernos con la auto-educación de nuestra personalidad para recibir de Jesús el Reino de Dios en nuestras vidas.

            Reina de la Salud, ruega por nosotros.

            Reina de la Salud, cuenta con notros. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar

Rector del Santuario de Tupãrenda

9 de Octubre de 2020

[1] PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 1.