La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 11 de octubre de 2020

Descubrimos el Santuario Hogar como cuna de santidad

Domingo 28° durante el año – Ciclo A

Mt 22, 1 – 14

Tercer día del Novenario Tupãrenda 2020

Con María, Reina de la Salud,

descubrimos el Santuario Hogar como cuna de santidad.

 

Queridos hermanos y hermanas:

            ¿Cómo comprender la parábola de hoy? «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo» (Mt 22, 2).

            Escuchemos lo que nos dicen los estudiosos de la Sagrada Escritura. En primer lugar nos dicen que probablemente el texto evangélico que hemos escuchado hoy (Mt 22, 1 – 14) sea la conjunción de dos parábolas. “Muchos opinan que san Mateo en 22, 11 – 14 ha enlazado una corta parábola, que originalmente era independiente, con la parábola más larga”[1], que sería la que se encuentra en los versículos 1 – 10.

            Esto es muy probable ya que “la historia tiene dos partes y dos puntos culminantes. La primera parte concluye con la invitación de los nuevos huéspedes en lugar de los que fueron invitados en primer lugar (22, 10). La segunda parte tiene como punto culminante la separación de un huésped sin traje de boda.”[2]

            El otro dato importante que nos entregan los exégetas es que el banquete nupcial del que trata la parábola, es el banquete escatológico; tal como lo describe la primera lectura tomada de Isaías 25, 6 – 9.

            Meditemos en la segunda parte del texto evangélico, a partir de los versículos 11 – 14.

«El traje de fiesta»

            ¿En qué consiste el traje de fiesta que deben vestir los invitados? ¿Cómo es posible que alguien que ha sido invitado en los «cruces de camino» pueda tener consigo un traje de fiesta?

            Recordemos que se trata de una parábola y que esta versa sobre el banquete escatológico, es decir, el encuentro definitivo con Dios al final del tiempo.

           


Por lo tanto, los que han sido invitados a las bodas, «buenos y malos», somos todos y cada uno de nosotros. Cada uno, en este tiempo, en su tiempo de vida, ha sido y es invitado a participar del banquete nupcial del Señor, a participar de su Iglesia. Todos estamos esa sala luminosa y festiva que es la Iglesia.

            ¿Hemos recibido un traje de fiesta al entrar al banquete del Señor en la Iglesia? Sí, se trata del Bautismo. «Porque todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo.» (Gal 3, 26 – 27).

            Dice san Gregorio Magno, citado por Benedicto XVI: “Todos los fieles congregados en la Iglesia han recibido el vestido nuevo del bautismo y de la fe; de lo contrario no estarían en la Iglesia. Entonces, ¿qué les falta aún? ¿Qué vestido nupcial debe añadirse aún?”[3]

            Gregorio Magno responde: “«el vestido del amor». Y por desgracia, entre sus huéspedes, a los que había dado el vestido nuevo, el vestido blanco del nuevo nacimiento, el rey encuentra alguno que no llevaba el vestido color púrpura del amor a Dios y al prójimo”[4]; el vestido de la santidad de la vida diaria.

El Santuario Hogar como cuna de santidad

            Ahora comprendemos que “incluso los fieles van hacia la separación definitiva. Aunque están invitados, es decir aunque fueron llamados, aún no están definitivamente salvados.”[5]

            Sin embargo no se trata de atemorizarnos o de preguntarnos cuántos se salvarán, sino más bien de vivir nuestra vocación bautismal de tal forma que seamos salvados, de tal forma que seamos admitidos en la Eucaristía escatológica.

            Y ese modo de vivir en medio de los «cruces de camino» de la vida es la santidad. “En el fondo la santidad es vivir en unión con Jesús los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él.”[6]

            Y así, “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.”[7]

            En Alianza con María, dejemos “que la gracia del Bautismo fructifique en un camino de santidad.”[8]

            En Alianza con María, descubramos el Santuario Hogar como cuna de santidad. Allí en lo cotidiano de nuestra vida. Allí está Ella para enseñarnos a vivir toda nuestra vida unidos a Jesús. Allí está Ella animándonos a comenzar siempre de nuevo. Allí está Ella despertando el anhelo de nuestro corazón por una vida plena. Allí está Ella para que cada día nos volvamos a revestir de Cristo y del traje de fiesta del amor a Dios, al prójimo y a uno mismo.

            En Alianza con María, Reina de la Salud, descubramos cada Santuario Hogar, cada Rincón de Alianza, cada Nicho de Oración familiar, como cuna de santidad.

            Reina de la Salud, ruega por nosotros.

            Reina de la Salud, cuenta con nosotros. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda

11 de octubre de 2020



[1] W. TRILLING, El Evangelio según san Mateo. Tomo Segundo (Herder, Barcelona 1980), 216.

[2] Ibídem

[3] BENEDICTO XVI, Homilía, Jueves Santo 5 de abril de 2007 [en línea]. [fecha de consulta: 11 de octubre de 2020]. Disponible en: <http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2007/documents/hf_ben-xvi_hom_20070405_messa-crismale.html>

[4] Ibídem

[5] W. TRILLING, El Evangelio según san Mateo…, 221.

[6] PAPA  FRANCISCO, Gaudete el Exsultate, 20.

[7] PAPA  FRANCISCO, Gaudete el Exsultate, 14.

[8] PAPA  FRANCISCO, Gaudete el Exsultate, 15.

No hay comentarios:

Publicar un comentario