La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 25 de diciembre de 2020

«Exiit edictum a Caesare Augusto» - Natividad del Señor 2020

 

Natividad del Señor – 2020

Misa de la Noche

Lc 2, 1 – 14

«Exiit edictum a Caesare Augusto»

Queridos hermanos y hermanas:

            «Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo» (Lc 2, 1). Así inicia el texto evangélico que se proclama en la Misa de la Noche de la Natividad del Señor (Lc 2, 1 – 14). Un decreto que ordenaba un censo «en todo el mundo»; la traducción latina del texto dice: «universus orbis»; es decir, en todo el orbe terráqueo, en todo el mundo conocido en ese entonces.

«Apareció un decreto del emperador Augusto»

            “Un censo cuyo objeto era dictaminar y recaudar los impuestos es la razón por la cual José, con María, su esposa encinta, van de Nazaret a Belén. El nacimiento de Jesús en la ciudad de David se coloca en el marco de la gran historia universal, aunque el emperador nada sabe de esta gente sencilla que por causa suya está en viaje en un momento difícil.”[1]

            El esfuerzo del evangelista Lucas por datar y situar el nacimiento de Jesucristo nos dice primeramente que “Jesús no ha nacido y comparecido en público en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad del mito. Él pertenece a un tiempo que se puede determinar con precisión y a un entorno geográfico indicado con exactitud: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente. En él, el Logos, la Razón creadora de todas las cosas, ha entrado en el mundo. El Logos eterno se ha hecho hombre, y esto requiere el contexto del lugar y del tiempo.”[2]

            En segundo lugar, esto nos señala que Dios ha obrado en la historia humana, en la historia universal; tiene la capacidad de hacerlo y quiere seguir haciéndolo. Dios sigue obrando en la historia humana y sigue conduciéndola. Tanto la gran historia universal como la pequeña gran historia personal de cada uno.

            «Apareció un decreto… ordenando que se realizara un censo en todo el mundo». Al leer hoy estas palabras es inevitable hacer una relación con lo que estamos viviendo a nivel mundial. Esta vez no se trata de un decreto imperial sino de un virus. Casi podríamos decir: “apareció un virus afectando a todo el mundo”, «universus orbis».

            En ese entonces todo el mundo conocido tuvo que movilizarse: «cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen» (Lc 2, 3). Hoy, todo el mundo conocido, por un lado se paraliza buscando evitar la propagación del virus, y otro lado, se moviliza buscando una cura efectiva que nos devuelva a cierta normalidad de vida.

«Le llegó el tiempo de ser madre»

            Y en medio de toda la movilización de ese entonces, en medio de toda la situación actual, «mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2, 6 – 7).

            En medio de los acontecimientos de la historia universal Dios sigue obrando, Dios sigue viniendo a nuestro encuentro. Como lo señalé antes, el emperador nada sabía de esta sencilla familia de Nazaret que por su causa se moviliza a Belén. Probablemente tampoco nada sabía de las promesas de un Salvador contenidas en las Escrituras sagradas judías: «Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti nacerá el que debe gobernar a Israel» (Mi 5, 1).

            Y sin embargo, ese aparente anonimato no detiene el avance del plan de Dios en la historia humana, no detiene la acción de Dios en nuestra vida, pues, «el Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4, 26 – 27).

            También hoy, los grandes líderes del mundo, si bien se empeñan por encontrar una cura que frene la pandemia de Covid-19, probablemente están ajenos a las vivencias y experiencias de tantas familias, de tantos hombres y mujeres, que como pueden, enfrentan esta difícil situación.

            Ante esta pandemia, los creyentes nos encontramos munidos con  las mismas herramientas que la ciencia y la prudencia proporcionan a todos, a ellas unimos la fe y la luz plena de sentido que ella otorga a las situaciones cotidianas. Hemos respondido cuidándonos los unos a los otros, y en especial a los más vulnerables: nuestros niños y nuestros ancianos. Hemos respondido con responsabilidad, solidaridad y oración.

Y en medio de todas estas situaciones, también hemos experimentado de alguna manera que en tantos gestos de compañía, cuidado, solidaridad y amor: «María dio a luz a su Hijo primogénito».

Sí, en medio de tanta movilización, en medio de los escondido y silencioso de las experiencias personales y familiares que guardamos en el corazón, descubrimos que «María dio a luz a su Hijo primogénito» en nosotros; que «la gracia de Dios (…) se ha manifestado» (Tit 2, 11); que «el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz» (Is 9, 1).

«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz»

            Por ello, aún «durante la noche» (Lc 2, 8) del tiempo actual, unidos a los pastores volvemos a escuchar con fe el anuncio gozoso y esperanzado: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2, 10 – 11).

           

Pesebre en la
Iglesia Santa María de la Trinidad

A nosotros está dirigido este anuncio: «No teman. Hoy les ha nacido un Salvador». En medio del tiempo actual; en medio de desafíos y exigencias; en medio de partidas y re-encuentros; en medio de las medidas sanitarias: «No teman. Hoy les ha nacido un Salvador».

            Y por ello, con la certeza de que ante Dios nuestras vidas y experiencias no son desconocidas, sino que son valiosas y llenas de sentido, nos unimos a la «multitud del ejército celestial (…) diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!”» (Lc 2, 13 – 14). Renovamos así la certeza de que Dios conduce providentemente no sólo la historia universal sino también nuestra historia personal.

            Así la serena alegría de esta “santísima noche”[3] es para nosotros “un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”[4]; un brote de luz en este tiempo particular que nace de la certeza de que «hoy nos ha nacido un Salvador» que llena de luz y sentido toda nuestra vida.

            A María, Mater peregrinante ad Betlehem – Madre peregrina hacia Belén, le pedimos que nos enseñe a dejarnos guiar por Dios en toda situación y circunstancia de la vida, y que así, Ella vuelva a dar a luz Jesús «su Hijo primogénito» en nuestras almas. Amén.

            ¡A todos, bendecida Noche Buena y feliz Navidad!

P. Oscar Iván Saldívar; I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda - Schoenstatt

[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, La Infancia de Jesús, 65.

[2] Ídem, 71.

[3] MISAL ROMANO, Natividad del Señor, Misa de la Noche, Oración colecta.

[4] PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 6.

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