La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 30 de diciembre de 2020

«Mis ojos han visto la salvación que preparaste» - ISMT

 

29 de diciembre de 2020

Primer aniversario de la dedicación de la Iglesia Santa María de la Trinidad

Día V dentro de la Octava de Navidad

Lc 2, 22 – 35

«Mis ojos han visto la salvación que preparaste»

 

Queridos hermanos y hermanas:

            Celebramos el primer aniversario de la dedicación de esta Iglesia Santa María de la Trinidad. Hace un año, este templo fue dedicado con rito solemne a Dios y al culto cristiano por el obispo diocesano: Monseñor Joaquín Robledo.

La unción

            De ese día, recuerdo sobre todo algunos momentos significativos. Una parte de la solemne oración de dedicación, pronunciada por el obispo, dice:

            “Te suplicamos, pues, Padre santo, que te dignes impregnar con santificación celestial esta Iglesia y este Altar, para que sean siempre un lugar santo y una mesa siempre lista para el sacrificio de Cristo.”

            Luego de esa solemne oración, recuerdo que se procedió a ungir con crisma el altar y los muros de la iglesia. Los doce cruces que vemos en los muros de este templo nos señalan los lugares en que los muros de esta iglesia recibieron la unción.

            Altar y muros ungidos nos hablan –en el rico lenguaje simbólico de la Liturgia- de Jesús de Nazaret, el Cristo, el Ungido de Dios.

            Ese día de la dedicación, en el momento en que Monseñor Joaquín vertía el crisma sobre el altar, el perfume del mismo impregnó con su aroma todo el presbiterio. Algo similar ocurría en los puntos en que los muros de la iglesia recibían la unción. El aroma de Cristo se expandía, Cristo iba tomando posesión de ese lugar santo para así ir habitando en los corazones de sus fieles.

            Otro momento hermoso de la celebración fue la incensación del altar, de los muros y de todo el Pueblo de Dios congregado ese día. El abundante incienso subía hacia lo alto, así como anhelamos suba al cielo nuestra oración.

            Como vemos, todo el rito solemne de dedicación de este altar y esta iglesia, nos habló –y nos sigue hablando- de Cristo, el Ungido de Dios, en quien nosotros somos constituidos por el Bautismo, como hijos, como ungidos y como templo vivo de Dios. Tal como lo expresa san Pablo en la Primera Carta a los Corintios: «¿No saben que ustedes son  templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? El templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.» (1 Cor 3, 16. 17).

            Lo que hemos vivido durante la dedicación solemne de esta iglesia, es símbolo de lo que ocurre en cada bautizado.

El edificio material y el edificio espiritual

            Sin duda que celebramos este aniversario finalizando un año muy particular, el año 2020, el año de la pandemia del coronavirus.

            La situación sanitaria y sus restricciones no nos permitieron  avanzar mucho en la construcción material de esta iglesia; pero sin duda que este fue un año en que avanzamos en la edificación espiritual de la Iglesia que es el Pueblo de Dios.

           

Iglesia Santa María de la Trinidad
Santuario T
upãrenda
Ypacaraí/Itauguá - Paraguay

Es verdad que cada hogar cristiano se convirtió en una pequeña iglesia este año: cuántos momentos de oración vividos en familia, cuántos rosarios en los nichos y santuarios del hogar, cuántas eucaristías virtuales vividas como si fueran presenciales en cada casa llena de fe. Sí, sin duda que las dificultades, iluminadas por la fe, nos permitieron edificar con Dios, su templo espiritual que es su Pueblo.

            Cada persona, cada familia, cada hogar, fue edificado como templo y Cuerpo de Cristo en este tiempo. Así comprendemos que los edificios sagrados son signos de la iglesia viva que somos nosotros.

«Mis ojos han visto la salvación que preparaste»

            Finalmente, en este tiempo de Navidad, el evangelio proclamado hoy (Lc 2, 22 – 35) nos recuerda la presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén.

            Allí, “en el lugar del encuentro entre Dios y su pueblo (…) se produce el ofrecimiento público de Jesús a Dios, a su Padre.”[1] Y en ese ofrecimiento, en esa presentación al Padre, Jesús es ofrecido a todo Israel, a toda la humanidad, a todos y a cada uno de nosotros.

            Así lo entendió Simeón que al tomar al niño en brazos exclamó: «mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos» (Lc 2, 30 – 31). Sí, en el antiguo Templo, Simeón y Ana se alegraron de ver esta salvación de Dios. Se alegraron de ver entra en el Templo al deseado por todas las naciones.

            Pidamos también esa gracia para nosotros y para todos los que acudan aquí con fe: que aquí siempre de nuevo podamos encontrar la salvación que Dios ha preparado para nosotros. Que aquí siempre de nuevo –en la cercanía del Santuario- podamos encontrar a Jesús, «luz de las naciones y gloria de Israel», en su Evangelio y en su Eucaristía, en el sacramento de la Reconciliación y en la comunidad reunida en oración y caridad. Sí, que podamos ver y experimentar la salvación de Dios.

            Y anhelando experimentar esa salvación de Dios que se nos ofrece en este lugar santo, volvemos a entregarnos a nuestra querida Mater, María de la Trinidad, a quien le decimos:

“María, remolino de amor del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo,
lleva mi corazón consagrado
hasta el corazón mismo de Dios Trino,
para que nazca Cristo de nuevo
en todos los paraguayos.

María de la Trinidad: ruega por nosotros, te damos el corazón. Amén.”

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda- Schoenstatt 

[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, La Infancia de Jesús, 89.

1 comentario:

  1. Maria de la Trinidad, te damos el corazón!! Y que podamos ser ESE aroma de Cristo... GRACIAS PADRE OSCAR !! ❤ Oramos siempre por su sacerdocio, por su vida, y por nuestra amada flia de Sch. Su entrega sacerdotal nos regala un Belén en el día a día de nuestros hogares!! Gracias, gracias, gracias !!

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