La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

jueves, 1 de septiembre de 2016

Insensato ante el mundo, sensato ante Dios

Jueves de la Semana 22 del tiempo durante el año – Ciclo C

Insensato ante el mundo, sensato ante Dios

Queridos hermanos y hermanas:

            La primera lectura del día de hoy (1Cor 3,18-23) nos advierte: «¡Que nadie se engañe! Si alguno se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio». ¡Qué paradoja! Ser insensato ante el mundo para ser sensato ante Dios.

Al exhortarnos a hacernos insensatos ante el mundo para ser sensatos ante Dios, san Pablo contrapone la “sabiduría mundana” a la sabiduría que proviene de Dios.

Sabiduría mundana

Pienso que cada uno de nosotros podría sacar desde su propia experiencia ejemplos de “sabiduría mundana”. En nuestro propio entorno la sabiduría mundana se manifiesta en aquellas personas que constantemente buscan su propio provecho a costa de los demás. El folclórico personaje del “letradito”  es ejemplo de ello. La sabiduría mundana engendra la corrupción.

Otro ejemplo de sabiduría mundana lo constituye el mal uso del conocimiento adquirido. A veces, personas preparadas intelectualmente utilizan sus conocimientos para dañar a los demás en lugar de ayudarlas. O para jactarse de saber más que otros. La soberbia también es un signo de sabiduría mundana.

Finalmente la erudición vacía es también sabiduría mundana. Y sobre todo la erudición en cuestiones religiosas puede volverse sabiduría mundana. El conocimiento religioso se vuelve mundano cuando no se lo aplica a la vida cotidiana, sobre todo cuando no se manifiesta como misericordia para con los demás.

Sabiduría de Dios

            En cambio, la sabiduría que proviene de Dios, nace en primer lugar de saber que le pertenecemos a Cristo Jesús (cf. 1Cor 3, 23). Pero este saber que somos de Cristo es sobre todo un saber experiencial, es decir, nace del encuentro personal con Cristo.

            En segundo lugar, la sabiduría que proviene de Dios, nos ayuda a reconocer en nuestra vida cotidiana que Dios es Dios. Aún más, «comienzo de la sabiduría es el temor de Dios» (Pr 9,10); es decir, el temor de Dios, el respeto por Dios, por su Nombre, por su presencia en nuestra vida, nos ayuda a vivir una vida sabia, una vida de acuerdo con su Palabra.

Finalmente, fruto de la sabiduría que proviene de Dios es un corazón puro, un corazón sencillo y transparente que nos permite vivir en constante presencia de Dios: «¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos» (Salmo 23, 3-4).

Pescador de hombres

            Precisamente en el evangelio (Lc 5, 1-11) vemos cómo Pedro renuncia a su propia sabiduría –su experiencia de pescador- para fiarse de la palabra de Jesús: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes» (Lc 5,5).

           
María, trono de la Sabiduría
La confianza nos abre a experimentar la sabiduría de Dios en nuestras vidas. Así, si renunciamos a nuestras seguridades y certezas, a nuestras opiniones y prejuicios, y a nuestra propia experiencia, para abrirnos a la Palabra de Dios, el Señor nos regalará su sabiduría.

            A tal punto que, como Pedro, experimentaremos muy concretamente que Dios es Dios en nuestra vida (cf. Lc 5,8-9). Sin embargo, al experimentar la sabiduría de Dios en  nuestras vidas, estamos llamados a dar testimonio de ella ante los demás. También a nosotros se nos dirigen estas palabras de Jesús: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» (Lc 5,10b).

            En el santuario le pedimos a María, Madre de la Sabiduría, que nos eduque y nos conceda un corazón abierto a recibir la sabiduría de vida que proviene de Dios. Amén.

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