Domingo 33° del tiempo
durante el año – Ciclo A
Mt
25, 14 – 30
«A quien tiene, se le dará
y tendrá de más»
Queridos hermanos y
hermanas:
Finalizando el año
litúrgico, la Liturgia de la Palabra
nos propone hoy reflexionar a partir de la conocida parábola “de los talentos”
(Mt 25, 14-30). En ella el Señor nos
dice que «el Reino de los Cielos es como
un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus
bienes, a cada uno según su capacidad» (cf. Mt 25, 14-15).
Conocemos el desarrollo de esta parábola y su desenlace.
Sin embargo es bueno que meditemos cuidadosamente en ella para desentrañar su
mensaje y enseñanza para nosotros.
«Llamó a sus servidores y
les confió sus bienes»
Claramente esta parábola se sitúa dentro del discurso
“escatológico” de Jesús; es decir, forma parte de las palabras y enseñanzas de
Jesús que hacen referencia al final de la historia. Al poner nuestra mirada en
el final escatológico, la fe cristiana abre ante nosotros el horizonte de la
segunda venida del Señor, el juicio universal y la vida eterna.
Por eso, el hombre que sale de viaje y confía sus bienes
a sus servidores «según su capacidad»,
es una referencia al Señor Jesús, quien a cada uno de nosotros nos ha confiado
bienes, habilidades y desafíos de acuerdo con nuestra propia capacidad.
¿Qué espera el Señor de sus servidores? ¿Qué espera el
Señor de cada uno de nosotros?
El texto evangélico nos dice que «a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a
cada uno según su capacidad» (Mt
25,15). ¿A qué se refiere este evangelio cuando utiliza el término “talento”?
“El talento, más que unidad monetaria, era una medida de peso: en el siglo I,
un talento de plata equivalía aproximadamente a unos 23,16 kg de plata.”[1]
Parábola de los talentos. Andrey Mironov, 2013. Wikimedia Commons. |
La parábola nos dice que tanto el primer servidor, como
el segundo servidor, supieron interpretar correctamente la confianza y deseo de
su Señor. «En seguida, el que había
recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el
que recibió dos, ganó otros dos» (Mt 25,
16-17). Sin embargo, «el que recibió uno
solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor» (Mt 25,18). ¿Por qué este hombre enterró el bien que su señor le
confió? En el momento de comparecer ante su señor dice el servidor: «tuve miedo y fui a enterrar tu dinero»
(Mt 25,25).
La respuesta de su señor es dura: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y
recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el
banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses» (Mt 25,26-27).
«Una buena ama de casa,
¿quién la encontrará?»
La crítica del señor a su servidor radica sobre todo en
su pereza. No se trata solamente de la ganancia que no se ha percibido, sino de
la actitud del servidor: se dejó paralizar por el temor y no fue capaz de poner
a buen uso los bienes que se le habían confiado.
Esta situación me recuerda al Papa Francisco cuando habla
de la acedia que paraliza; es decir, de la pereza espiritual que nos hace
estériles: “Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz
al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar
alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les
pueda quitar su tiempo libre. (…) Algo semejante sucede con los sacerdotes, que
cuidan con obsesión su tiempo personal.”[2]
Por eso, en la primera lectura (Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31), tomada del Libro de los Proverbios, se alaba a la mujer hacendosa. Si nos
fijamos detenidamente en el texto, precisamente se alaba la laboriosidad de la
buena ama de casa: «Ella hace el bien, y
nunca el mal, todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y
trabaja de buena gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos
manejan el huso. Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente».
A la mujer laboriosa corresponde que se le entrega el fruto de sus manos y que
sus obras la alaben públicamente.
La laboriosidad es una manera concreta de poner a buen
uso las dones que hemos recibido del Señor; a demás, el hombre y la mujer que
trabajan día a día, sirven a sus hermanos, evitan el ocio estéril y con ello las
ocasiones de pecado.
Por lo tanto, el Señor Jesús espera de nosotros una
fecundidad creativa. En la parábola que hemos escuchado, el señor confía “a sus
criados determinados encargos para el tiempo de su ausencia. Lo que importa es
que cumplan fielmente la voluntad de su señor.”[3]
Sin embargo, también se añade otra dimensión: “No sólo se deben llevar a cabo determinados
encargos, sino que los criados deben trabajar con independencia de acuerdo con
el deseo de su señor. (…) No basta llevar a término un encargo de trazos muy
concretos, sino que es preciso estar deseoso de aumentar los bienes con la
iniciativa y el riesgo personal.”[4]
«A quien tiene, se le dará
y tendrá de más»
Finalmente puede llamarnos la atención el final de la
respuesta del señor al servidor perezoso: «Quítenle
el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y
tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene» (Mt 25, 28-29). ¿Cómo interpretar estas
palabras?
Como hemos visto, el acento de la parábola no está en la
crítica por la ganancia no recibida, sino en la actitud de pereza, acedia e
indiferencia. Por lo tanto, se nos advierte que parte del juicio final será
tomar conciencia de que todo aquello que pretendimos guardar egoístamente para
nosotros mismos nos será quitado.
Sin embargo, aquello que con generosidad, pro-actividad y
creatividad pusimos al servicio de los demás no lo perderemos sino que lo
recibiremos de vuelta transformado y plenificado. Aquél que ha amado mucho recibirá
plenamente el amor que ha donado. Y el que ha intentado guardar para sí su
tiempo, sus bienes y capacidades, quedará privado de eso poco que tiene y aún
de la alegría del compartir.
A María, Virgen laboriosa y Madre generosa, le pedimos que nos eduque en el Santuario para que sepamos hacer fructificar con alegría y creatividad los dones que su hijo Jesucristo ha puesto en nuestras manos, y así un día, podamos participar del gozo de nuestro Señor. Amén.
[1] Parábola
de los talentos. (2017, 13 de noviembre). Wikipedia,
La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 22:02, noviembre 19, 2017 desde https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Par%C3%A1bola_de_los_talentos&oldid=103371337
[2]
PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium 81.
[3] W.
TRILLING, El Evangelio según san Mateo.
Tomo segundo (Herder, Barcelona 1980), 286.
[4]
Ibídem
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