31° Domingo del tiempo
durante el año – Ciclo A
Mt
23, 1 – 12
La cátedra de Moisés
Queridos hermanos y
hermanas:
Hoy la Liturgia de
la Palabra está especialmente dirigida a quienes en la comunidad cristiana
desempeñan el papel de maestros. Sin duda, los primeros destinatarios de las
palabras de hoy somos los ministros ordenados –obispos, presbíteros y
diáconos-; sin embargo, también los consagrados y laicos que de distintas
maneras ejercen una tarea de pastores a través del apostolado, están llamados a
evaluar su misión a la luz de la palabra de Dios.
«Los escribas y fariseos
ocupan la cátedra de Moisés»
El evangelio (Mt
23, 1-12) inicia con las siguientes palabras de Jesús: «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y
cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no
hacen lo que dicen» (Mt 23, 2-3).
El Papa Francisco, de pie ante su cátedra,
en la Basílica de San Juan de Letrán, Roma.
|
Esta
dramática separación entre fe enseñada y fe vivida, incluso puede recibir el
nombre de ateísmo práctico. Si bien “no se niegan las verdades de la fe”[1],
éstas no tienen incidencia alguna en la vida cotidiana, por lo que a menudo
ocurre que los creyentes terminamos viviendo nuestra vida diaria como si Dios
no existiera. Así nuestro testimonio se convierte en anti-testimonio, pues
nuestros hechos destruyen “lo que, con palabras, habíamos predicado y anunciado”[2].
Comprendemos
entonces la dureza de las palabras proféticas dirigidas a los sacerdotes de la
antigua alianza: «Ustedes se han desviado
del camino, han hecho tropezar a muchos con su doctrina, han pervertido la
alianza con Leví, dice el Señor de los ejércitos. ¿No tenemos todos un solo
Padre? ¿No nos ha creado un solo Dios? ¿Por qué nos traicionamos unos a otros,
profanando así la alianza de nuestros padres?» (Mal 2, 8. 10).
«A nadie en el mundo
llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial»
Cuando los sacerdotes –obispos y presbíteros- y los demás
agentes pastorales se desvían del camino de Dios, hacen tropezar a muchos y pervierten
el sentido auténtico del ministerio sacerdotal y del apostolado laical. Tanto
el ministerio sacerdotal como el apostolado de los bautizados es un don
recibido del Señor Jesús para ejercerlo en favor del Pueblo de Dios.
La incoherencia entre fe y vida; la falta de disponibilidad
para el servicio; el autoritarismo con que ejercemos nuestros encargos
pastorales; la falta de ternura y misericordia; y la búsqueda de comodidad,
poder y prestigio, son las actitudes que hacen tropezar a nuestros hermanos,
los confunden, lastiman y alejan de la Iglesia de Dios.
En último término el ateísmo práctico que se manifiesta
en la perversión del encargo pastoral desemboca en la pretensión de suplantar a
Dios. En lugar de conducir hacia Dios, el sacerdote o pastor laico, busca
conducir a las personas hacia sí; y en lugar de servirlas, se sirve de ellas.
Por esta razón Jesús dice: «En cuanto a ustedes, no se hagan llamar “maestro”, porque no tienen
más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen “padre”,
porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco “doctores”,
porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías» (Mt 23, 8–10).
Tanto los pastores sagrados como los fieles
laicos debemos recordar que somos Pueblo
de Dios, y como tal le pertenecemos a Cristo y a Dios Padre. Todos somos
hijos de Dios, todos somos hermanos, todos estamos en camino, guiados por
Cristo. Esta conciencia de ser hijos del Padre y discípulos de Cristo, puede ayudarnos
a realizar nuestra vocación y nuestras tareas pastorales con la actitud
adecuada.
«El mayor entre ustedes
será el que los sirve»
¿Y cuál es la actitud adecuada para ejercer el ministerio
pastoral en la Iglesia de Dios? Jesús nos ofrece una respuesta clara: «El mayor entre ustedes será el que los
sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado»
(Mt 23, 11–12).
Por eso, el problema no es la “cátedra de Moisés”; el
problema no es llamar a los ministros con el título de “padre”, “maestro” o “doctor”.
Jesús no busca abolir los ministerios pastorales en la Iglesia. Jesús busca que
los comprendamos y vivimos adecuadamente: «el
mayor entre ustedes será el que los sirve».
Aquél que vive adecuadamente su vocación y ministerio,
sabe que cuando su pueblo lo llama con el apelativo de “padre” lo hace porque
espera de él un servicio auténtico y desinteresado a la vida de las personas
que acompaña, guía y sirve como pastor. Sabe que su paternidad no es originaria y absoluta; sino que está siempre en dependencia y en relación con Jesucristo que ha dicho: «El que me ha visto ha visto al Padre» (Jn 14,9).
Finalmente, el pastor –ordenado o laico- sigue el ejemplo
de san Pablo, quien se dirige a los cristianos de Tesalónica diciéndoles: «Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos
allí al servicio de ustedes. Fuimos tan condescendientes, como una madre que
cuida y alimenta a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que
deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también
nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos» (1 Ts 1,5b; 2, 7b-8).
A María, Madre de
la Iglesia y Reina de los Apóstoles, le pedimos que en nuestros distintos ministerios
y apostolados nos eduque como pastores según el corazón de su hijo Jesús. Que
por intercesión de Ella, al realizar nuestras tareas pastorales, las llevemos a
cabo con la serena alegría que transmiten las palabras del Salmo 130:
«Mi corazón no se ha enorgullecido,
Señor,
ni mis ojos se han vuelto altaneros.
No he pretendido grandes cosas
ni he tenido aspiraciones desmedidas.
Yo aplaco y modero mis deseos:
como un niño tranquilo en brazos de su
madre,
así está mi alma dentro de mí». Amén.
[1]
BENEDICTO XVI, Audiencia General,
miércoles 14 de noviembre de 2012 [en línea]. [fecha de consulta: 31 de octubre
de 2017]. Disponible en: <http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20121114.html>
[2] P.
JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre 369.
No hay comentarios:
Publicar un comentario