La Ascensión del Señor –
Ciclo B
Mc
16, 15 – 20
«Anuncien la Buena Noticia
a toda la creación»
Queridos hermanos y
hermanas:
En este domingo en que celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor, hemos escuchado los
versículos finales del Evangelio según
san Marcos (Mc 16, 15 - 20). Los estudiosos
de la Sagrada Escritura nos dicen que
esta sección final del Evangelio según
san Marcos no procede del autor del mismo, sino que se trata de un añadido
posterior. Sin embargo, la Iglesia lo ha considerado –y considera- como la
conclusión canónica de dicho Evangelio,
es decir, se trata de un texto inspirado y por ello forma parte del canon del Nuevo Testamento.
El autor de la conclusión del Evangelio según san Marcos al presentar el envío de los discípulos por
parte del Resucitado “le ha dado una forma especial que presenta la acción
misionera universal y abarcando la creación entera.”[1]
Por
lo tanto, se trata de un envío a la misión en todo tiempo y lugar, un envío que
abarca todas las dimensiones de nuestra vida. Al reflexionar sobre este texto
deberíamos preguntarnos si estamos viviendo nuestra vocación bautismal, nuestra
condición de discípulos misioneros del Señor.
«Se apareció a los Once»
El texto del Evangelio
nos dice que «Jesús resucitado se
apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena
Noticia a toda la creación”.» (cf. Mc
16, 14 - 15). Estamos una vez más ante una manifestación del Resucitado a sus
apóstoles, como bien lo señala el libro de los Hechos de los apóstoles: «Después
de su Pasión, Jesús se manifestó a los Apóstoles dándoles numerosas pruebas de
que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de
Dios.» (Hch 1, 3).
Ascensión de Cristo. Iglesia ortodoxa de la Transfiguración. Cluj, Rumanía. 2006. |
Por lo tanto, también a nosotros se manifiesta hoy el
Resucitado y nos envía a todo el mundo a anunciar su Evangelio. A nosotros que somos bautizados;
a nosotros que en cada Eucaristía
compartimos su intimidad y nos llama amigos (cf. Jn 15, 15); a nosotros que en el sacramento de la Confirmación nos ha fortalecido con el
don del Espíritu Santo capacitándonos para el anuncio y el apostolado. A
nosotros que somos sus discípulos misioneros. ¿Somos conscientes de esto?
¿Estamos viviendo nuestra vocación bautismal, nuestro envío misionero?
«Vayan por todo el mundo»
Al igual que a los apóstoles de ese entonces, también hoy
el Resucitado nos envía a todo el mundo. En la primera comunidad cristiana este
envío despertó una conciencia de misión universal, es decir, los primeros
cristianos llevaron el Evangelio a
todo el mundo conocido en ese entonces traspasando las fronteras del pueblo de
Israel y llegando a anunciarlo a los paganos. Gracias a su entrega e ímpetu
misionero, se cumplieron las palabras del salmista: «Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría.»
(Salmo 46 [47], 2).
¿Qué significa para nosotros hoy el mandato «vayan por todo el mundo»?
Me parece que
podemos interpretarlo de dos maneras al menos.
Por un lado, es un llamado a participar de las múltiples
iniciativas misioneras que se concretan visitando ciudades, hogares, familias y
personas para compartir nuestra fe en Cristo. Por otro lado, es una llamada a
llevar a Jesús a todos los ámbitos de nuestra vida personal, familiar, laboral
y comunitaria; una llamada a llevar a Jesús a todo nuestro mundo de relaciones
personales y vinculaciones.
Es un llamado a que la luz del Resucitado ilumine todas
las dimensiones de nuestra existencia y todas nuestras relaciones personales y
sociales. ¿Llevo la luz, la presencia de Jesús a todas las dimensiones de mi
vida cotidiana o en algún momento o
lugar me avergüenzo de declararme cristiano?
«Anuncien la Buena Noticia
a toda la creación»
Somos enviados a todos los lugares, tiempos y personas
para anunciar la Buena Noticia. ¿En
qué consiste esta Buena Noticia, este
Evangelio?
En primer lugar se trata de la Buena Noticia de la Resurrección de Jesucristo. La Resurrección de
Jesús significa que Dios aceptó su sacrificio en la cruz para el perdón de
nuestros pecados. Y desde ese entonces, sabemos que la muerte, el pecado y el
mal no tienen la última palabra. La vida plena, el amor y la comunión con Dios
han triunfado definitivamente y triunfarán también en cada uno de nosotros.
De aquí se desprende una segunda dimensión de la Buena Noticia cristiana: creer en la
Resurrección de Jesucristo es al mismo tiempo creer en el amor misericordioso e
incondicional de Dios por cada uno de nosotros. “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la
opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva.”[2]
Creemos que el amor de Dios es más fuerte que nuestros
pecados, egoísmos y errores. ¡Somos amados! Esa es la Buena Noticia cristiana que está destinada «a toda la creación», a todos los hombres y mujeres, sin excepción.
Finalmente anunciamos esta Buena Noticia no por medio de nuestras propias fuerzas, sino en la fuerza
y la gracia del Resucitado, quien habiendo ascendido a los cielos está con el
Padre y con nosotros, asistiéndonos y confirmando nuestras palabras y acciones
con los signos de su presencia (cf. Mc
16, 20).
A María, Regina
Apostolorum – Reina de los Apóstoles, le pedimos que desde su Santuario nos
eduque y nos conceda la gracia de la fecundidad apostólica para que siendo
conscientes de la gracia bautismal que hemos recibido, anunciemos a todos la Buena Noticia de la Resurrección, la Buena Noticia del amor. Amén.
[1] R.
SCHNACKENBURG, El Evangelio según san
Marcos (Editorial Herder, Barcelona 1980), 344.
[2]
BENEDCITO XVI, Carta encíclica Deus
caritas est, 1.
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