La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 13 de mayo de 2018

«Anuncien la Buena Noticia a toda la creación»


La Ascensión del Señor – Ciclo B

Mc 16, 15 – 20

«Anuncien la Buena Noticia a toda la creación»

Queridos hermanos y hermanas:

            En este domingo en que celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor, hemos escuchado los versículos finales del Evangelio según san Marcos (Mc 16, 15 - 20). Los estudiosos de la Sagrada Escritura nos dicen que esta sección final del Evangelio según san Marcos no procede del autor del mismo, sino que se trata de un añadido posterior. Sin embargo, la Iglesia lo ha considerado –y considera- como la conclusión canónica de dicho Evangelio, es decir, se trata de un texto inspirado y por ello forma parte del canon del Nuevo Testamento.

            El autor de la conclusión del Evangelio según san Marcos al presentar el envío de los discípulos por parte del Resucitado “le ha dado una forma especial que presenta la acción misionera universal y abarcando la creación entera.”[1]

Por lo tanto, se trata de un envío a la misión en todo tiempo y lugar, un envío que abarca todas las dimensiones de nuestra vida. Al reflexionar sobre este texto deberíamos preguntarnos si estamos viviendo nuestra vocación bautismal, nuestra condición de discípulos misioneros del Señor.

«Se apareció a los Once»

            El texto del Evangelio nos dice que «Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”.» (cf. Mc 16, 14 - 15). Estamos una vez más ante una manifestación del Resucitado a sus apóstoles, como bien lo señala el libro de los Hechos de los apóstoles: «Después de su Pasión, Jesús se manifestó a los Apóstoles dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios.» (Hch 1, 3).

           
Ascensión de Cristo.
Iglesia ortodoxa de la Transfiguración.
Cluj, Rumanía. 2006.
Jesús resucitado se manifiesta a los apóstoles que había elegido «para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 14); a aquellos que escucharon sus enseñanzas, lo vieron sanar a los enfermos y perdonar a los pecadores; a aquellos que compartieron su última Cena y luego se dispersaron en el momento de su Pasión; a aquellos que después abrieron los ojos y lo reconocieron al partir el pan (cf. Lc 24, 30 – 31). A ellos se manifiesta y les dice: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16, 15).

            Por lo tanto, también a nosotros se manifiesta hoy el Resucitado y nos envía a todo el mundo a anunciar su Evangelio. A nosotros que somos bautizados; a nosotros que en cada Eucaristía compartimos su intimidad y nos llama amigos (cf. Jn 15, 15); a nosotros que en el sacramento de la Confirmación nos ha fortalecido con el don del Espíritu Santo capacitándonos para el anuncio y el apostolado. A nosotros que somos sus discípulos misioneros. ¿Somos conscientes de esto? ¿Estamos viviendo nuestra vocación bautismal, nuestro envío misionero?

«Vayan por todo el mundo»

            Al igual que a los apóstoles de ese entonces, también hoy el Resucitado nos envía a todo el mundo. En la primera comunidad cristiana este envío despertó una conciencia de misión universal, es decir, los primeros cristianos llevaron el Evangelio a todo el mundo conocido en ese entonces traspasando las fronteras del pueblo de Israel y llegando a anunciarlo a los paganos. Gracias a su entrega e ímpetu misionero, se cumplieron las palabras del salmista: «Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría.» (Salmo 46 [47], 2).

            ¿Qué significa para nosotros hoy el mandato «vayan por todo el mundo»?

            Me parece que podemos interpretarlo de dos maneras al menos.

            Por un lado, es un llamado a participar de las múltiples iniciativas misioneras que se concretan visitando ciudades, hogares, familias y personas para compartir nuestra fe en Cristo. Por otro lado, es una llamada a llevar a Jesús a todos los ámbitos de nuestra vida personal, familiar, laboral y comunitaria; una llamada a llevar a Jesús a todo nuestro mundo de relaciones personales y vinculaciones.

            Es un llamado a que la luz del Resucitado ilumine todas las dimensiones de nuestra existencia y todas nuestras relaciones personales y sociales. ¿Llevo la luz, la presencia de Jesús a todas las dimensiones de mi vida cotidiana o  en algún momento o lugar me avergüenzo de declararme cristiano?

«Anuncien la Buena Noticia a toda la creación»

            Somos enviados a todos los lugares, tiempos y personas para anunciar la Buena Noticia. ¿En qué consiste esta Buena Noticia, este Evangelio?

            En primer lugar se trata de la Buena Noticia de la Resurrección de Jesucristo. La Resurrección de Jesús significa que Dios aceptó su sacrificio en la cruz para el perdón de nuestros pecados. Y desde ese entonces, sabemos que la muerte, el pecado y el mal no tienen la última palabra. La vida plena, el amor y la comunión con Dios han triunfado definitivamente y triunfarán también en cada uno de nosotros.

            De aquí se desprende una segunda dimensión de la Buena Noticia cristiana: creer en la Resurrección de Jesucristo es al mismo tiempo creer en el amor misericordioso e incondicional de Dios por cada uno de nosotros. “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”[2]

           Creemos que el amor de Dios es más fuerte que nuestros pecados, egoísmos y errores. ¡Somos amados! Esa es la Buena Noticia cristiana que está destinada «a toda la creación», a todos los hombres y mujeres, sin excepción.

             Finalmente anunciamos esta Buena Noticia no por medio de nuestras propias fuerzas, sino en la fuerza y la gracia del Resucitado, quien habiendo ascendido a los cielos está con el Padre y con nosotros, asistiéndonos y confirmando nuestras palabras y acciones con los signos de su presencia (cf. Mc 16, 20).
   
          A María, Regina Apostolorum – Reina de los Apóstoles, le pedimos que desde su Santuario nos eduque y nos conceda la gracia de la fecundidad apostólica para que siendo conscientes de la gracia bautismal que hemos recibido, anunciemos a todos la Buena Noticia de la Resurrección, la Buena Noticia del amor. Amén.


[1] R. SCHNACKENBURG, El Evangelio según san Marcos (Editorial Herder, Barcelona 1980), 344.
[2] BENEDCITO XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 1.

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