Vigilia Pascual en la
Noche Santa – Ciclo C
Lc
24, 1 – 12
«Ellas contaron todo a los
Apóstoles»
Queridos hermanos y hermanas:
Una vez más el Evangelio,
al relatarnos los acontecimientos en torno a la resurrección de Cristo de entre
los muertos, pone ante nuestros ojos a las fieles y fuertes mujeres que han
acompañado al Señor a lo largo de su ministerio.
Lo que hemos escuchado como anuncio evangélico en esta Noche Santísima pertenece al grupo de
textos que los estudiosos llaman “tradición [-es decir, transmisión de la
resurrección-] en forma de narración.”[1]
En esta forma de tradición bíblica de la resurrección, “las mujeres tienen un
papel decisivo; más aún, tienen la preeminencia en comparación con los hombres.”[2]
Y esto se debe a que “así como bajo la cruz se encontraban únicamente mujeres –con
excepción de Juan-, así también el primer encuentro con el Resucitado estaba
destinado a ellas.”[3]
«Fueron al sepulcro con
los perfumes»
Sí, los primeros indicios de la resurrección y los
primeros encuentros con el Resucitado están destinados a estas fieles mujeres
y a quienes, como ellas, permanecen
fieles al amor en medio de la adversidad. No en vano Jesús dijo a sus
discípulos: «Permanezcan en mí, como yo
permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece
en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Permanezcan en mi amor.»
(Jn 15, 4. 9b).
El permanecer en el amor de estas mujeres es muy
concreto: «fueron al sepulcro con los
perfumes que habían preparado» (Lc
24, 1). Su amor por el Maestro las lleva a cuidar de su cuerpo en la muerte, así
como lo ayudaron «con sus bienes»
(cf. Lc 8, 1 – 3) mientras vivía,
predicaba y sanaba. Amor en vida y en muerte.
Y permaneciendo en el amor «encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no
hallaron el cuerpo del Señor Jesús» (Lc
24, 2 – 3).
Las mujeres del Evangelio,
las mujeres del amanecer del primer día de la semana, nos enseñan que la fe
pascual es posible ahí donde el amor permanece fiel aún en medio de la
oscuridad. De hecho, es el amor concreto el que es capaz de percibir la luz
matutina de la resurrección.
Lo experimentamos en nuestra propia vida. ¡Cuántas veces
el amor concreto nos llevó a experimentar la luz de la resurrección! Cuando
ayudamos a los demás con nuestra presencia, con nuestras capacidades y
consejos; cuando compartimos nuestros bienes y nuestro tiempo; cuando
perdonamos y pedimos perdón, nuestros rostros y nuestros corazones se iluminan
con la luz del amor y de la resurrección.
Con Cristo siempre es posible que la luz surja en medio
de la oscuridad; sí, la luz pascual del amor despeja las tinieblas del egoísmo,
el rencor y el pecado.
«Se les aparecieron dos
hombres con vestiduras deslumbrantes»
Volvamos al texto evangélico. El permanecer en el amor permite
a las mujeres ser testigos del sepulcro vacío y recibir el primer anuncio de la
resurrección: «¿Por qué buscan entre los
muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.» (Lc 24, 5 – 6).
Al recibir el anuncio de la resurrección, las mujeres
recordaron las palabras de Jesús (cf. Lc
24, 5 – 8). Detengámonos aquí. Dijimos que el permanecer en el amor concreto
hace posible el ser testigos de las huellas de la resurrección. Amando
concretamente percibimos en nuestra vida la presencia del Resucitado; amando
concretamente recordamos las palabras del Evangelio
de Jesús y las comprendemos con mayor profundidad.
El percibir al Resucitado, el vivir la vida del
Resucitado, necesariamente está unido al amor fraterno concreto. El comprender
en toda su amplitud y profundidad el Evangelio
está unido al amor concreto. Sólo amando veremos al Resucitado y comprenderemos
plenamente su Evangelio, ya que lo
estaremos viviendo, o más precisamente, el Resucitado estará amando y viviendo
en nosotros.
«Ellas contaron todo a los
Apóstoles»
Finalmente las fieles mujeres, que amando han sido
capaces de recibir el anuncio de la resurrección y de comprender en profundidad
el Evangelio, se convierten en las
primeras testigos y heraldos del Resucitado: «Cuando
regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a los demás. Eran María
Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que les
acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles.» (Lc 24, 9 – 10).
Aparición de Jesucristo a María Magdalena. Alexander Andreyevich Ivanov, 1835.Óleo sobre tela. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo, Rusia. Wikimedia Commons. |
También nosotros queremos entrar en la escuela de las
fieles y santas mujeres del Evangelio
y aprender a permanecer en el amor para así percibir siempre de nuevo la luz de
la resurrección, acoger en nuestros corazones el Evangelio y convertirnos en apóstoles de “Jesucristo, (…), que
resucitado de entre los muertos brilla sereno para el género humano.”[5]
Para ello, nos confiamos a la intercesión y la acción educadora de María, Regina Coeli – Reina del Cielo, quien hoy se goza y se alegra “porque ha resucitado verdaderamente el Señor. Aleluia.”[6]Amén.
[1] J.
RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de
Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones
Encuentro S.A., Madrid 2011), 303.
[2] J.
RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret...,
305.
[3] J.
RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret...,
306.
[4]
BENEDICTO XVI, Audiencia General, 14
de febrero de 2007 [en línea]. [fecha de consulta: 20 de abril de 2019]. Disponible
en: <http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070214.html>
[5] MISAL
ROMANO, Pregón Pascual.
[6]
Antífona mariana pascual Regina Coeli.
está unido al amor concreto. Sólo amando veremos al Resucitado y comprenderemos plenamente su Evangelio, ya que lo estaremos viviendo, o más precisamente, el Resucitado datafellows.net/como-organizar-un-panel-de-discusion/
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