La Santísima Trinidad –
Ciclo C
Jn
16, 12 – 15
«El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones»
Queridos hermanos y
hermanas:
Al leer el pasaje evangélico que la Liturgia de nuestra fe presenta en esta solemnidad de la Santísima Trinidad (Jn 16, 12 – 15), me
parece interesante que en el momento de la Última Cena, Jesús diga a sus
discípulos: «Todavía tengo muchas cosas
que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.» (Jn 16, 12).
Jesús, que es la “Palabra de verdad”[1],
la Palabra del Padre que se hizo carne y habitó entre nosotros (cf. Jn 1, 14); tiene todavía, muchas
palabras que comunicar a sus discípulos. Él que pasó enseñándoles por medio de
palabras y obras, aún tiene palabras que entregar a los suyos.
«Todavía tengo muchas
cosas que decirles»
Esta frase del Señor durante la Última Cena nos permite
volver a tomar consciencia de que Él es la Palabra del Padre pronunciada para
toda la humanidad y para cada uno de nosotros. Una Palabra dirigida a nosotros,
destinada a nosotros. Como dice el inicio de la Carta a los Hebreos: «Después
de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en
muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos
habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y
por quien hizo el mundo.» (Hb 1,
1 – 2).
«Dios nos habló por
medio de su Hijo». Y tan elocuente es el lenguaje de Dios que su Palabra se
hizo carne, se hizo hombre, se hizo persona: Jesús de Nazaret, muerto y
resucitado por nosotros. La Palabra del Padre es una persona viva, presente y
actuante; Palabra «viva y eficaz» (Hb 4, 12).
«Tengo muchas cosas
que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora». Claro, como la
Palabra es una persona viva, una persona divina, nunca agotaremos su realidad y
siempre de nuevo estaremos comprendiéndola y acogiéndola. Siempre de nuevo
estaremos conociéndola y entrando en relación con ella, porque la Palabra del
Padre es la verdad y la “belleza tan antigua y tan nueva”[2].
«Cuando venga el Espíritu
de la Verdad»
Considerando la identidad del Hijo como Palabra del Padre,
se nos hace también clara la identidad y misión del Espíritu Santo: «Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda la verdad.» (Jn
16, 13).
El Espíritu Santo «que
nos ha sido dado» (Rm 5, 5) es el
que nos permite comprender las palabras de la Sagrada Escritura porque nos pone en relación con la Palabra que es
Jesucristo, y así, somos introducidos auténtica y vivencialmente «en toda la verdad» de la salvación.
Más aún, en estas palabras de Jesús durante la Última Cena
se nos revela algo de la íntima comunión trinitaria. Cuando habla del Espíritu el
Hijo dice: «no hablará por sí mismo, sino
que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo» (Jn 16, 13b).
¿Qué es lo que ha oído el Espíritu? La Palabra pronunciada
por el Padre en la eternidad. Desde siempre el Padre pronuncia al Hijo y el Espíritu
lo recibe y comunica. Las personas divinas son relaciones eternas. El Padre constantemente
engendra al Hijo; el Hijo es constantemente engendrado por el Padre y el Espíritu
constantemente procede de ambos para su continua efusión sobre la Iglesia y la humanidad.[3]
«El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones»
Y la revelación de esta verdad de fe no es mera transmisión
de información o conocimiento intelectual. Si el Hijo nos abre la intimidad de la
vida con el Padre y promete la asistencia del Espíritu en la comprensión de esta
realidad, es para que nosotros participemos de ella, para que nos adentremos en
la vida de comunión y amor trinitario, en la vida de la continua relación de amor.
María de la Trinidad. Detalle. Óleo sobre tela. Emmanuel Fretes Roy, 2019. Paraguay. |
Así comprenderemos vitalmente que “Uno es Dios […] y Padre
de quien proceden todas las cosas; Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas
las cosas, y Uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas.”[4]
A la Santísima Virgen María, Mujer trinitaria, quien como ningún otro se adentró en el misterio de
la Trinidad, y lo comprendió y amó; le pedimos en ferviente oración:
“María de la Trinidad,
remolino de amor del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo;
lleva mi corazón consagrado hasta el
corazón mismo de Dios Trino
para que nazca Cristo de nuevo en todos
los paraguayos. Amén.”[5]
[1]
MISAL ROMANO, La Santísima Trinidad.
Solemnidad, Oración colecta.
[2]
SAN AGUSTÍN, Confesiones, Libro X,
38.
[3] Cf.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n° 254.
[4] CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA, n° 258.
[5] Oración
María de la Trinidad, redactada para la
conquista espiritual de la Iglesia de peregrinos en el Santuario de Tupãrenda, Paraguay.
Amén 🙏🙏🙏
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