La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 9 de junio de 2019

«Proclamar las maravillas de Dios»


Pentecostés – Ciclo C

Jn 20, 19 – 23

«Proclamar las maravillas de Dios»

Queridos hermanos y hermanas:

            Celebramos hoy la solemnidad de Pentecostés, en la cual “se nos invita a profesar nuestra fe en la presencia y en la acción del Espíritu Santo y a invocar su efusión sobre nosotros, sobre la Iglesia y sobre el mundo entero.”[1]

            La primera lectura de este día, “tomada de los Hechos de los Apóstoles, cuenta el evento de Pentecostés, mientras el Evangelio ofrece la narración de lo que sucede la tarde del Domingo de Pascua.”[2]

            ¿Por qué se nos ofrece esta doble perspectiva que a primera vista puede aparecer incompatible?

            En realidad la perspectiva lucana y la perspectiva joánica sobre Pentecostés se complementan, y ambas nos ayudan a comprender en profundidad este misterio salvífico, ya que “Pascua es Pentecostés. Pascua ya es el don del Espíritu Santo. Pentecostés, no obstante, es la convincente manifestación de la Pascua a todas las gentes.”[3]

«Reciban el Espíritu Santo»

            Para el Evangelio según san Juan, Pentecostés, es decir, la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, ocurre «al atardecer del primer día de la semana» (Jn 20, 19).

            En ese momento en que «los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos» (Jn 20, 19), ocurre los inesperado y lo inaudito: «llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”» (Jn 20, 19). Cuando lo reconocieron, por «sus manos y su costado» (Jn 20, 20) que llevan los signos de la Pasión aún en su condición de resucitado, «los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor» (Jn 20, 20).

            Al encontrarse con el Resucitado los discípulos reciben los frutos de todo el proceso pascual que Jesús realizó por nosotros en su Pasión, Muerte y Resurrección. ¿Cuáles son estos frutos pascuales? La paz que otorga Cristo; paz que proviene de aceptar la cruz y transformarla en entrega de amor. El envío apostólico por el cual participamos en la misión que el Padre encomendó al Hijo. Y finalmente, el fruto más espléndido, el Espíritu Santo que realiza la íntima comunión con Dios y por eso opera el perdón de los pecados.

            Paz en el corazón; envío misionero y la reconciliación obrada por el Espíritu Santo son los dones pascuales. Y el recibir estos dones pascuales y ponerlos por obra en la vida es lo que constituye el acontecimiento de Pentecostés. 

«Jesús es el Señor»

            Por esta razón cada encuentro con el Resucitado es una actualización del acontecimiento de Pentecostés. Cada vez que en los sacramentos –en especial en la Eucaristía- nos encontramos auténticamente con Jesús resucitado, recibimos paz, envío y reconciliación en el Espíritu. Comprendemos ahora qué significa que Pascua sea Pentecostés.

            Y por esta razón Pentecostés no es un recuerdo del ayer sino un acontecimiento de nuestro hoy.

            También hoy, impulsados por el Espíritu Santo los cristianos decimos con palabras y obras: «Jesús es el Señor» (1 Cor 12, 3b). También hoy «en cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. (…) Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo, (…), y todos hemos bebido de un mismo Espíritu» (1 Cor 12, 7. 13).

«Proclamar las maravillas de Dios»

            Y lo que ocurrió «al atardecer del primer día de la semana» y lo que ocurre hoy en cada encuentro con el Resucitado debe testimoniarse, debe manifestarse. Es lo que nos relata el libro de los Hechos de los Apóstoles y a lo que nos exhorta la Liturgia de hoy.

            También hoy muchos hombres y mujeres esperan anhelantes el testimonio auténtico y convincente de la Resurrección de Jesús y su presencia y acción actuales por medio del Espíritu.

            En aquel entonces los discípulos –por obra del Espíritu Santo y por su anhelante apertura de corazón- fueron capaces de expresar en diversidad de lenguas «las maravillas de Dios» (Hch 2, 11).

            También nosotros estamos llamados a experimentar en nuestras vidas «las maravillas de Dios» y proclamarlas, compartirlas con los demás.

           
Vas Spirituale - Vaso Espiritual
Grabado. Pinterest.
Y «proclamar las maravillas de Dios» significa animarse a reconocer lo que Jesucristo ha obrado y obra en mí y compartirlo. Compartir no para llamar la atención de los demás sobre nosotros, sino sobre Aquel que obra grandes cosas en los humildes (cf. Lc 1, 49). Compartir para que otros se animen a abrir sus corazones a Jesús resucitado.

           Pero ese compartir es sobre todo proclamar con alegría, autenticidad y creatividad «las maravillas de Dios». Cuando comparto o hablo sobre Dios, ¿cómo lo hago? ¿Hablo sobre lo que Él obra o sobre lo que yo hago? ¿Hablo sobre sus maravillas o más bien sobre mis supuestos méritos y los aparentes límites de los demás? ¿Presente a Dios desde la alegría y la misericordia o desde el temor y el castigo?

            La presencia del Espíritu en nuestros corazones nos lleva a hablar de Dios con alegría y mostrando a los demás lo hermosos que es el proyecto de vida que Dios tiene para cada uno. Y así, atraídos por esa alegría y hermosura, muchos se acercarán al Señor, recibirán sus dones pascuales y se comprometerán a vivir una vida nueva: la vida en Cristo, la vida del Espíritu, la vida de los hijos de Dios y de los hermanos en la Iglesia.

             En el Pentecostés que acontece hoy, volvemos a reunirnos anhelantes en torno a María, Vas spirituale - Vaso espiritual, y le decimos suplicantes:

            “Abre nuestras almas al Espíritu de Dios,

            y que Él nuevamente arrebate

           
al mundo desde sus cimientos.”[4] Amén.




[1] BENEDICTO XVI, Homilía [en línea]. [fecha de consulta: 8 de junio de 2019]. Disponible en: <http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100523_pentecoste.html >
[2] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio homilético (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2015), 59.
[3] Ibídem
[4] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 353.

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