La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 7 de febrero de 2021

«Se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar»

 

Domingo 5° del tiempo durante el año – Ciclo B – 2021

Mc 1, 29 – 39

«Se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar»

Queridos hermanos y hermanas:

            En el evangelio de hoy vemos a Jesús que «fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés». Allí se encuentra con que «la suegra de Simón estaba en cama con fiebre».

            Jesús realiza un sencillo gesto y con su presencia y contacto sana a la suegra de Simón: «Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar» (Mc 1, 31). Cercanía, compañía y dignificación. Así podemos describir y sintetizar los gestos y actitudes de Jesús. Gestos y actitudes que sanan, presencia que sana.

«Se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar»

            La suegra de Simón experimenta estos gestos y actitudes de Jesús, y así, ella queda sanada e interiormente transformada. El texto nos dice que «entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos».

           

La curación de la suegra de Pedro
John Bridges, 1839.
Wikimedia Commons.

La cercanía de Jesús, su compromiso con ella y su valoración, no solamente la han sanado de la fiebre que padecía sino que la han transformado interiormente. Por eso es ella se levanta, se pone en pie y sirve a aquellos que están a su alrededor.

            Este sencillo versículo del evangelio de Marcos encierra importantes enseñanzas para nosotros. En primer lugar vuelve a recordarnos que la presencia de Jesús en nuestras vidas nos sana y nos transforma.

            Y en segundo lugar, nos señala que somos sanados de nuestras dolencias físicas y espirituales para servir a otros, para sanar a otros. Sanados para servir, sanados para sanar. Somos dignificados para dignificar a nuestros hermanos. Como dice san Pablo: «que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios» (1 Co 1, 4).

«Allí estuvo orando»

            Luego del episodio de la sanación de la suegra de Simón, se nos dice que «Jesús sanó a muchos enfermos (…) y expulsó a muchos demonios» (Mc 1, 34). Pero además se nos informa que a la mañana siguiente, «antes de que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando» (Mc, 1, 35).

            Jesús es capaz de sanar las enfermedades del cuerpo y de expulsar los demonios del corazón humano porque es el Hijo de Dios y porque mantiene una íntima comunión con su Padre en la oración. Así, Él trae a nuestra vida la presencia sanante y salvífica de Dios. “Las curaciones demuestran que el reino de Dios, Dios mismo, está cerca. Jesucristo vino para vencer el mal desde la raíz, y las curaciones son un anticipo de su victoria, obtenida con su muerte y resurrección.”[1]

            Además, nuevamente el Evangelio nos señala que lo que sana nuestro cuerpo y nuestra alma, es decir, la totalidad de la persona humana, es el contacto personal y auténtico con Dios. “Sólo gracias a ese encuentro con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.”[2]

            Ese contacto personal e íntimo que se convierte en relación cotidiana y feliz amistad con Jesús se produce en la oración que es diálogo diario, en la lectura atenta y orante del Evangelio y la celebración llena de fe de los sacramentos. Allí Jesús nos toca. En esos espacios Él se acerca, nos toma de la mano y nos levanta de la fiebre del egoísmo y el pecado.

«Para eso he salido»

            Y al ponernos en pie, al restaurar nuestra salud, dignidad y alegría, Jesús nos capacita para servir a nuestros hermanos y caminar con Él anunciando el Evangelio: «vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1, 38).

            Sí, para eso salimos con Jesús de la fiebre del egoísmo, de la autorreferencialidad y del pecado; para vivir con Él una vida nueva de servicio y anuncio, de alegría y plenitud.

            Dejémonos tocar por las manos de Jesús, dejémonos sanar por Él y animémonos a salir con Él hacia los demás con “la alegría del Evangelio [que] llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.[3]

            A María, Salud de los enfermos y Madre que se pone en camino para servir (cf. Lc 1, 39), le pedimos que nos eduque y nos acompañe en este proceso de dejarnos sanar por el Señor y así salir de nosotros mismos para caminar con Jesús hacia los demás. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.P.

Rector del Santuario Tupãrenda

[1] BENEDICTO XVI, Ángelus, domingo 5 de febrero de 2021 [en línea]. [fecha de consulta: 7 de febrero de 2021]. Disponible en: <https://www.deiverbum.org/homilias-ciclo-b_semana-05_tiempo-ordinario_dia-01-domingo/#Benedicto_XVI_papa>

[2] PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 8.

[3] PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 1.

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