La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 17 de febrero de 2021

Cuaresma: tiempo de interioridad

 

Miércoles de Ceniza – 2021

Mt 6, 1 – 6. 16 – 18

Cuaresma: tiempo de interioridad

 

Queridos hermanos y hermanas:

            Nuevamente la Liturgia de nuestra fe nos introduce en el tiempo de Cuaresma a través de esta celebración del Miércoles de Ceniza. La imposición de la ceniza bendecida significa el inicio de un tiempo y de una actitud de conversión. Como sabemos, la Cuaresma se nos ofrece como “un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente.”[1]

            Si bien la Cuaresma es un ofrecimiento, un don, un «tiempo favorable, un día de salvación» (2 Cor 6, 2), depende de cada uno de nosotros el aceptar y acoger este don auténticamente. Depende de cada uno, de cada corazón, el vivir este tiempo de renovación con una actitud de conversión. Tiempo y actitud son acontecimientos que se deciden en el corazón humano.

«Desgarren el corazón y no sus vestiduras»

            Por eso, los textos de la Liturgia de la Palabra apuntan hacia el corazón humano, hacia nuestra interioridad: «Vuelvan a mí de todo corazón… Desgarren su corazón y no sus vestiduras» (Jl 2, 12. 13), dice el Señor por boca del profeta Joel. En la misma línea se expresa Jesús en el evangelio: «Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo» (Mt 6, 1).

            Tanto la limosna como la oración y el ayuno se realizan auténticamente cuando se hacen en presencia del Padre «que ve en lo secreto» (cf. Mt 6, 1-6. 16-18), es decir, que ve el corazón.

            Cuando vivimos la Cuaresma como tiempo de conversión y con actitud de conversión, “la vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.”[2]

            La actitud de conversión nace de un corazón sincero, de un corazón manso y humilde. El corazón que reza con el salmista: «yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí»; es el mismo que es capaz de pedir: «crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Salmo 50, 5. 12).

            Del corazón brotan “los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.”[3] Por ello, no nos engañemos, no seamos ingenuos ni irresponsables. El mero paso del tiempo cuaresmal no nos transformará. La mera práctica exterior de penitencias y renuncias no nos convertirá al Señor.

            Lo que nos transformará interiormente, por obra del Espíritu Santo, es el decidirnos día a día por Jesús y su seguimiento; es el volver a comenzar todos los días. Cada día de este tiempo cuaresmal será «día de la salvación»  si en nuestro corazón elegimos el amor a Dios y a nuestros hermanos por sobre el egoísmo que nos encierra en nosotros mimos: si elegimos la oración por sobre la distracción; el ayuno por sobre los excesos y la comodidad; la limosna por sobre las excusas y la indiferencia.

            Recordémoslo: en el corazón tenemos la capacidad de elegir cómo vivir; de elegir qué realizar y qué evitar. Tenemos la capacidad del amor y de la libertad.

«Para ser vistos por ellos»

            Aún en las condiciones exigentes y a veces inciertas del tiempo actual debido a la pandemia de Covid-19, podemos elegir en nuestro corazón cómo vivir cada situación y circunstancia.

            De hecho, la actual situación sanitaria nos da diversas oportunidades para llenar de sentido cristiano lo que hacemos o evitamos. En este tiempo, el amor al prójimo, el encuentro con Cristo en el hermano, puede expresarse no sólo en la limosna, sino también en el cuidado paciente y respetuoso de nuestros enfermos, ancianos y niños; en el cumplimiento consciente y responsable de las medidas sanitarias de prevención; en las palabras de aliento a los enfermos y a los trabajadores de la salud; en el soportar con rostro y corazón sereno las pequeñas contrariedades de la vida cotidiana.

            Y todo ello, no para ser «vistos por los hombres» (cf. Mt 6, 1) sino por amor al «Padre que ve en lo secreto» (cf. Mt 6, 4. 6. 18) y para formar nuestro corazón a semejanza del corazón de Jesús, ya que “quien desea un corazón misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.”[4]

Tiempo de interioridad

            Por ello, en este «tiempo favorable» volvamos a nuestro corazón, a nuestro mundo interior, para poder abrirnos desde adentro a Dios y a nuestros hermanos, para poder renovar nuestra actitud, cultivar nuestro espíritu y así asumir auténticamente un estilo de vida cristiano que irradie desde el corazón lo que «el Padre que está en el cielo» ha puesto en cada uno de nosotros: la vocación de hijos y hermanos en Cristo.

            A María, Refugium peccatorum – Refugio de los pecadores, encomendamos el itinerario cuaresmal que nos lleva a adentrarnos en el propio corazón, para allí ser renovados en Cristo, y desde allí, caminar junto a nuestros hermanos hacia la noche santa de la Pascua, en la cual “Jesucristo resucitado brillará sereno para el género humano.”[5]Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.P.

Rector del Santuario Tupãrenda - Schoenstatt



[1] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma 2015.

[2] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma 2021.

[3] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma 2021.

[4] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma 2015.

[5] MISAL ROMANO, Pregón Pascual.

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