Santiago, 24 de
diciembre de 2012
“Cuando los ángeles,
dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vamos a
Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Lc
2,15
Queridos amigos y amigas:
Hoy es Noche Buena, y como los pastores, a
quienes les fue anunciada una gran alegría: el nacimiento de un salvador, que
es el Cristo Señor (cf. Lc 2,10-11),
también nosotros podemos ir a Belén y ver con los ojos del corazón lo que ha
sucedido y que Dios nos ha manifestado.
Como los pastores, también
nosotros estamos al raso –a cielo abierto- vigilando nuestros rebaños (cf. Lc 2,8). Es decir, estamos en la noche
del tiempo actual preocupados de nuestras responsabilidades y ocupaciones,
vigilando nuestros asuntos cotidianos que a veces no nos dejan dormir, no nos
dejan descansar. Pero en medio de todo eso, un mensajero de Dios nos dice: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor” (Lc,
2,11). En medio de nuestra cotidianeidad, irrumpe el amor de Dios para
decirnos: “aquí estoy contigo, aquí estoy para ti”.
Como los pastores, también
nosotros tenemos que ponernos en camino hacia Belén, hacia el pesebre, hacia el hogar, hacia aquel
espacio pequeño e íntimo en donde Dios se nos quiere regalar.
“Fueron a toda prisa y
encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.”
Lc
2,16
El evangelio no nos relata
los pormenores de la visita de los pastores al pesebre. Sin embargo, me
imagino, que por el camino iban anhelantes a ver aquello que Dios les había
anunciado: ¡un salvador! ¿Cómo será este salvador? Se habrán preguntado… Y al llegar encontraron a
María, a José y al niño acostado en el pesebre… Cuánto se habrán asombrado y
cuánto se habrán enternecido…
Los pastores llegaron al
pesebre, llegaron a contemplar a este Salvador,
a este Niño, que es el Cristo Señor… Llegaron, contemplaron y
probablemente se quedaron un buen rato en compañía de María, José y el niño. Y
probablemente, no solamente contemplaron al Niño, sino que se dejaron contemplar
por Él, se dejaron mirar por Él, se dejaron amar por Él.
También nosotros, en esta Noche Buena podemos acercarnos al pesebre y dejar que ese Niño, que es Dios-con-nosotros, nos mire y nos ame. También nosotros podemos
dejarnos amar por aquellos que nos rodean: nuestras familias, nuestros amigos y
amigas, las personas con las cuales caminamos a lo largo de este año.
Dejarnos amar… Tal vez
esta sea la mejor actitud con la cual podemos vivir esta Noche Buena y recibir así la Navidad
del Señor. Más que hacer mucho, lo más importante es dejarnos amar, pues
cuando nos dejamos amar por Dios y por aquellos que nos rodean, nuestro corazón
se renueva y ganamos libertad para vivir y amar.
Si hoy nos dejamos amar
por el Niño y su Madre, entonces seremos como los pastores, quienes “se volvieron glorificando y alabando a Dios
por todo lo que habían oído y visto” (Lc
2,20), pues habremos visto y oído cuán amados somos.
A cada uno deseo que hoy
experimente ese amor, y viva así una feliz y bendecida Navidad.
Con cariño, Oscar Iván
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