Domingo de Ramos 2014
¡Bendito el que viene en
nombre del Señor! (cf. Mt 21,9)
Toda la Cuaresma nos hemos preparado para esto:
vivir la Semana Santa, vivir el
misterio central de nuestra fe, la Pascua de Jesús, el Cristo. Domingo a
domingo hemos caminado detrás de Jesús y ahora queremos acompañarlo en su
entrada a Jerusalén, queremos vivir con Él la meta de su peregrinar: su entrega
por amor. Nosotros queremos unirnos a su caminar, unirnos a su entrega… Éste es
el sentido de la bendición y procesión de
ramos.
Cuando entró en Jerusalén,
toda la ciudad se conmovió (Mt 21,10)
Volvamos nuestra mirada al
texto que hemos escuchado (Mt
21,1-11)[1].
A lo largo del evangelio, Jesús ha caminado, ha subido en peregrinación desde
Galilea hasta Jerusalén.[2]
Jesús sube a Jerusalén (cf. Lc 19,28),
sube con sus discípulos y con hombres y mujeres que van uniéndose a Él en el
camino… ¡Cuántos se han unido a Jesús y los suyos en el camino! ¡Cuántos se han
puesto en camino con Él! Y ¡cuántos decidieron quedarse, dejar de caminar!
Además de los que caminan
con el Señor, están también aquellos que se han enterado de su peregrinación y
arribo recién en Jerusalén; como dice el texto: “Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién
es éste?»” (Mt 21,10). Son los
que se sorprendieron, y tal vez incluso se asustaron ante esta entrada
mesiánica de Jesús, pues no lo esperaban.[3]
¿Y nosotros? ¿Somos de los
que venimos caminando con Jesús o de los que nos toma por sorpresa –desprevenidos-
esta entrada del Señor, esta Semana Santa?
¿Cómo nos ha encontrado este Domingo de
Ramos? ¿En camino, preparados; o, desprevenidos, indiferentes?
En camino.
Si somos de los que están “en camino” con Jesús, en estos días santos debemos
seguir dando pasos día a día detrás del Señor… Que cada paso que demos en estos
días nos acerquen más a la entrega de Jesús… Con Él debemos aprender a entregar
nuestras cruces, nuestros sufrimientos y dolores, para que unidos a su entrega
se transformen en bendición, en resurrección… Pero también, con Jesús, debemos aprender
a entregar a nuestros hermanos -a los que nos rodean- alegría, presencia,
cercanía y ayuda. Que nuestra entrega se una a su entrega, nuestro amor a su
amor, para poder resucitar con Él y renovar así nuestra vida.
Desprevenidos.
Por el contrario, si este Domingo de
Ramos nos toma por sorpresa, “desprevenidos”, más bien distraídos o
atareados en tantas ocupaciones, ¡ánimo! Todavía podemos ponernos en camino
detrás de Jesús. Él mismo nos dice: “El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz
cada día y me siga” (Lc 9,23). Se
trata de tomar nuestra cruz cada día: nuestro cansancio, nuestras
preocupaciones, incluso aquello que parece distraernos de esta Semana Santa… Tomar eso y seguir a Jesús…
No esperemos la situación perfecta para ponernos en camino detrás de Jesús…
Hagámoslo ahora, como estamos y como podamos.
Los cristianos somos
caminantes, peregrinos… Estemos en la situación que estemos. Lo importante es
caminar, si caemos, volvamos a ponernos en pie y caminemos… Siempre de nuevo
podemos volver a empezar, siempre de nuevo podemos aprender a caminar. ¡No nos
dejemos ganar por el desánimo que paraliza!
Queridos amigos, esta Semana Santa pongámonos en camino detrás
de Jesús. ¡No estamos solos! La Iglesia entera se pone en camino y María –Madre
de Jesús y Madre nuestra- está con nosotros, y muchos hermanos y hermanas nos
esperan para poder cantar con nosotros: “¡Bendito
el que viene en nombre del Señor!”; ¡Benditos los que caminan con el Señor!
[1]
Evangelio que se proclama en la “Conmemoración de la entrada del Señor en
Jerusalén”, luego de la bendición de los ramos. Durante la misa se proclama el
texto de la Pasión del Señor.
[2] Cf.
J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de
Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones
Encuentro, Madrid 2011), 11.
[3] Cf.
Ídem, 18.
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