Viernes Santo 2014
Jesús me amó y se entregó
por mí
Queridos hermanos y
hermanas:
El haber escuchado el relato de la Pasión (Jn 18,1-19,42) en un ambiente de oración
y recogimiento nos permite contemplar con profundidad los acontecimientos
dramáticos que Jesús ha vivido.
Ayer (Jueves Santo)
lo contemplamos lavando los pies a sus discípulos y lo escuchamos diciendo: “esto es mi cuerpo que se entrega por
ustedes”; “esta es mi sangre que se
derrama por ustedes”. Y hoy vemos cómo estas palabras de Jesús se hacen
realidad.
Tal vez porque es mi primer Triduo Pascual como sacerdote, ayer quedé profundamente impactado
al realizar por primera vez el gesto del Lavatorio
de los pies. Tomé conciencia de que la Semana
Santa no se trata tanto de lo que nosotros hacemos, sino de lo que Jesús
hizo y hace por nosotros.
Lo que Jesús hizo y hace por nosotros… Y sin embargo cada
uno de nosotros está implicado en esta acción de Jesús, en lo que Él hace por
nosotros.
La cruz es nuestro pecado
Y en particular estamos implicados en la cruz de Cristo
Jesús… La cruz de Cristo no es un mero dato de la historia de las religiones o
un simple recuerdo consignado en los evangelios. Se trata más bien de algo que
nos concierne a todos y por ello tiene una profunda actualidad para nosotros.
Su cruz es nuestra cruz, su crucifixión es nuestra crucifixión.
¡Cuánto nos duele nuestro egoísmo! ¡Cuánto nos duele
nuestra indiferencia! ¡Cuánto nos duele aislarnos de los demás y encerrarnos en
nosotros mismos! Y el pecado nos duele porque en el fondo sabemos –y sentimos
en nuestro interior- que podríamos haber actuado de forma distinta, que
podríamos haber obrado el bien, que podríamos haber perdonado, que podríamos
haber dado una nueva oportunidad a esa persona que lo pidió.
La
cruz de Jesús es la cruz de nuestro pecado donde lo crucificamos a Él, a
nuestros hermanos y a nosotros mismos.
La cruz es el amor de
Jesús
Pero en la cruz se dan cita, de forma dramática, nuestro
pecado y la misericordia de Dios Padre…
En su cruz, Jesús ha asumido nuestra cruz y ha transformado desde dentro
un instrumento de dolor en un signo de amor.
Sí, Jesús ha asumido la cruz de nuestro pecado y la ha
transformado en signo de su amor. Él ha entregado su vida por cada uno de
nosotros y por todos aquellos que participan de la vida humana, y, por eso, la
cruz se ha transformado para los cristianos en signo de ese amor hasta el fin (cf. Jn 13,1) con el cual Jesús nos amó y
nos ama.
La cruz tiene una profunda actualidad para nosotros
porque ella es signo del gran amor de Jesús por nosotros, porque ella nos
recuerda lo que Jesús ha hecho y sigue haciendo por nosotros: amarnos hasta el
final.
Queridos hermanos y hermanas, en esta celebración en la
cual estamos viviendo el misterio pascual de Cristo, pidámosle a Él la gracia
de estar muy cerca suyo en estos días santos para tomar conciencia de lo que Él
hace por nosotros y así poder decir con labios y corazón: “esta vida (…), la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se
entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,20).
Que así sea.
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