La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

sábado, 19 de abril de 2014

Jesús me amó y se entregó por mí - Viernes Santo 2014

Viernes Santo 2014

Jesús me amó y se entregó por mí

Queridos hermanos y hermanas:

            El haber escuchado el relato de la Pasión (Jn 18,1-19,42) en un ambiente de oración y recogimiento nos permite contemplar con profundidad los acontecimientos dramáticos que Jesús ha vivido.

         Ayer (Jueves Santo) lo contemplamos lavando los pies a sus discípulos y lo escuchamos diciendo: “esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”; “esta es mi sangre que se derrama por ustedes”. Y hoy vemos cómo estas palabras de Jesús se hacen realidad.

        Tal vez porque es mi primer Triduo Pascual como sacerdote, ayer quedé profundamente impactado al realizar por primera vez el gesto del Lavatorio de los pies. Tomé conciencia de que la Semana Santa no se trata tanto de lo que nosotros hacemos, sino de lo que Jesús hizo y hace por nosotros.

            Lo que Jesús hizo y hace por nosotros… Y sin embargo cada uno de nosotros está implicado en esta acción de Jesús, en lo que Él hace por nosotros.

La cruz es nuestro pecado

            Y en particular estamos implicados en la cruz de Cristo Jesús… La cruz de Cristo no es un mero dato de la historia de las religiones o un simple recuerdo consignado en los evangelios. Se trata más bien de algo que nos concierne a todos y por ello tiene una profunda actualidad para nosotros. Su cruz es nuestra cruz, su crucifixión es nuestra crucifixión.

           
      En la cruz contemplamos con toda claridad la realidad del pecado y el dolor que causa. ¡Cuántas veces quisiéramos evadir la responsabilidad por nuestro propio dolor y el de los demás! ¡Cuántas veces minimizamos nuestros pecados diciendo que son simples errores o justificándonos en que “todo el mundo lo hace”! Sin embargo la cruz de Jesús nos muestra la seriedad del pecado y el sufrimiento que causa.

            ¡Cuánto nos duele nuestro egoísmo! ¡Cuánto nos duele nuestra indiferencia! ¡Cuánto nos duele aislarnos de los demás y encerrarnos en nosotros mismos! Y el pecado nos duele porque en el fondo sabemos –y sentimos en nuestro interior- que podríamos haber actuado de forma distinta, que podríamos haber obrado el bien, que podríamos haber perdonado, que podríamos haber dado una nueva oportunidad a esa persona que lo pidió.

La cruz de Jesús es la cruz de nuestro pecado donde lo crucificamos a Él, a nuestros hermanos y a nosotros mismos.

La cruz es el amor de Jesús

            Pero en la cruz se dan cita, de forma dramática, nuestro pecado y la misericordia de Dios Padre…  En su cruz, Jesús ha asumido nuestra cruz y ha transformado desde dentro un instrumento de dolor en un signo de amor.

            Sí, Jesús ha asumido la cruz de nuestro pecado y la ha transformado en signo de su amor. Él ha entregado su vida por cada uno de nosotros y por todos aquellos que participan de la vida humana, y, por eso, la cruz se ha transformado para los cristianos en signo de ese amor hasta el fin (cf. Jn 13,1) con el cual Jesús nos amó y nos ama.

            La cruz tiene una profunda actualidad para nosotros porque ella es signo del gran amor de Jesús por nosotros, porque ella nos recuerda lo que Jesús ha hecho y sigue haciendo por nosotros: amarnos hasta el final.


            Queridos hermanos y hermanas, en esta celebración en la cual estamos viviendo el misterio pascual de Cristo, pidámosle a Él la gracia de estar muy cerca suyo en estos días santos para tomar conciencia de lo que Él hace por nosotros y así poder decir con labios y corazón: “esta vida (…), la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,20). Que así sea. 

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