Jesús es nuestro pastor
Domingo
16° durante el año – Ciclo B
“Jesús
vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin
pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.” Mc 6,
34
Queridos hermanos y
hermanas:
Celebramos
esta Eucaristía a una semana de la visita del Papa Francisco al Paraguay. Por
eso, la meditación que quisiera compartir con ustedes está inspirada en su paso
por nuestras tierras.
Jesús vio una gran
muchedumbre
“Jesús vio una gran muchedumbre”.
También nosotros hemos visto una gran muchedumbre durante los días de la visita
del Papa Francisco al Paraguay.
Impresionaba
ver las avenidas y calles por donde se esperaba el paso del papamóvil
abarrotadas de personas esperando ver al Papa Francisco, aunque sea sólo un
momento. Hombres y mujeres; niños, jóvenes y ancianos; todos esperando al Papa.
Verdaderamente una gran muchedumbre.
¿Qué
esperábamos ver? ¿Qué anhelábamos ver? Algunos querían ser parte de un momento
histórico; otros, tal vez, querían saciar su curiosidad; pero la gran mayoría
esperaba encontrarse con el Papa, con el Vicario de Jesús. La gran mayoría
esperábamos encontrarnos con un Pastor. Un pastor cuyos gestos y palabras nos
fortalecen y nos dan esperanza.
Así
como la muchedumbre del evangelio (cf. Mc
6,30-34) busca un pastor también nosotros lo hacemos. Los anhelos que el Papa
Francisco ha despertado en nuestros corazones son anhelos que sólo se pueden
saciar en Jesús. Como dice la Carta a los
Efesios: “Cristo es nuestra paz” (Ef
2,14).
El Señor es mi pastor
Los intensos y emocionantes días de la visita papal nos
han mostrado un pueblo religioso y alegre, pero también nos han mostrado un
pueblo anhelante de un pastor. Y esto debe ayudarnos a tomar conciencia de que
Jesús, el Señor, es nuestro pastor (cf. Salmo
22,1). El encuentro con el Papa Francisco debe ayudarnos a encontrarnos con
Jesús.
Así como en el evangelio, también hoy Jesús ve a la gran
muchedumbre que lo busca y anhela. Él nos ha visto como pueblo de Dios en estos
días. A todos y a cada uno nos mira con amor y ternura. Y con su mirada nos
dignifica, nos enaltece.
Cuando Jesús nos mira, cuando Jesús se dirige a cada uno
de nosotros, nos dignifica, nos ayuda a reconocernos valiosos a los ojos de
Dios; nos ayuda a tomar conciencia de que somos amados y de que podemos amar.
Jesús, nuestro pastor, no sólo nos mira sino que
compadece con nosotros (cf. Mc 6,34).
Es decir, se hace parte de nuestras vidas, de nuestras alegrías y sufrimientos.
Él es el pastor que camina a nuestro lado: “Aunque
cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo” (Salmo 22,4).
Jesús, nuestro pastor, es el que nos enseña a vivir (cf. Mc 6,34), el que nos “conduce a las aguas tranquilas” (Salmo 22,2) donde saciamos nuestra sed
de amor, nuestra sed de sentido para nuestras vidas.
Él nos enseña a través de su Evangelio y a través de los
pastores que Él ha suscitado para su pueblo (cf. Jer 23,4). Nos enseña a través de gestos y palabras. Por eso sería
bueno que recordando el gesto o palabra del Papa Francisco que más me tocó, me
pregunte: ¿Qué me quiere enseñar Jesús con esto? ¿Qué enseñanza de vida quiere
entregarme?
Finalmente, Jesús pastorea nuestras vidas para que
nosotros mismos nos transformemos en pastores para nuestros hermanos.
Pastores que miran con respeto y ternura a los demás y
así los dignifican; pastores que guían con paciencia y acompañan con esperanza
los momentos de oscuridad; pastores que enseñan con palabras y gestos el camino
de una vida plena. Pastores que conducen hacia Jesús, “porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al
Padre, en un mismo Espíritu” (Ef
2,18).
Que María, Madre de la ternura y de la hospitalidad, nos
ayude a encontrarnos con Jesús, buen pastor, que nos acompaña y conduce hacia el Padre. Amén.
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