La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 22 de julio de 2015

Santa María Magdalena - ¿A quién buscas?

SANTA MARÍA MAGDALENA

¿A quién buscas?

“Durante la noche, busqué al amado de mi alma” (Cant 3,1)

           La Liturgia de la Palabra nos propone hoy el bello texto del Cantar de los cantares para describir el alma de santa María Magdalena, para describir su experiencia de vida y dejarnos inspirar por ella.

            “Durante la noche, busqué al amado de mi alma” (Cant 3,1). Durante la noche… La noche es oscuridad, silencio y soledad. La noche puede simbolizar también el temor y la dificultad.

            Muchas veces experimentamos la “noche del alma” en la cual dejamos de sentir la claridad y calidez del fervor de la fe… A veces nuestra alma se oscurece por dificultades que nos sobrevienen sin que las busquemos o provoquemos. Otras veces, nuestra alma se oscurece por nuestro propio pecado y egoísmo, perdiendo así la luminosidad de la alegría y de la confianza.

            Sin embargo, la esposa –el alma enamorada- busca a su Amado, lo anhela aún en la oscuridad de la noche. Lo busca en medio de la noche y de la oscuridad. Y aunque no lo encuentra fácilmente no se da por vencida: “¡Lo busqué y no lo encontré! Me levantaré y recorreré la ciudad… …buscaré al amado de mi alma” (Cant 3,1b-2).

            En nuestras oscuridades, ¿buscamos nosotros a Jesucristo o nos dejamos ganar por el temor, el desánimo y la tristeza?

            La invitación que la Iglesia nos hace hoy al contemplar a María Magdalena es justamente a buscar incansablemente a Jesús en nuestras oscuridades y noches.

“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20,15a)

           
        Así como en el evangelio (Jn 20,1-3. 11-18), esa búsqueda en la oscuridad tal vez nos lleve al llanto, tal vez nos lleve a derramar lágrimas con las cuales expresaremos mejor nuestra pequeñez y desvalimiento (cf. Jn 20,11). El aceptar nuestra limitación, el tomar conciencia de ella y el desahogarnos en presencia del Señor siempre nos sana, siempre sana nuestra alma.

            Y en ese desahogarnos, en ese derramar lágrimas en presencia del Señor, nos vamos haciendo capaces de volver a escuchar a Jesús, nuestro Amado (cf. Jn 20,16). En medio de las lágrimas, en medio de nuestra oscuridad, Jesús nos vuelve a llamar por nuestro nombre. Vuelve a recordarnos que nos ama personalmente y que su misericordia transforma nuestras oscuridades en luz, nuestra noche en aurora de resurrección.

            Que María Magdalena nos anime a buscar incansablemente a Jesús, y que la Mater implore para nosotros el amanecer de Cristo en nuestras almas. Amén.
             


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