La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 29 de julio de 2015

Santa Marta - La mejor parte, la amistad

SANTA MARTA

La mejor parte, la amistad

            Es conocido este evangelio (Lc 10,38-42); el evangelio de Marta y María. Y también son conocidas las interpretaciones que se han hecho del mismo. Muchos hemos escuchado la aparente tensión entre la vida “apostólica” (Marta) y la vida “contemplativa” (María). Sin embargo no quisiera aludir a esto en esta breve meditación. Sino, simplemente compartir algo que Jesús me regaló mientras con Él volvía a meditar sobre este evangelio.

Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria (Lc 10,41-42a).

            Me impresiona esta respuesta de Jesús ante el reclamo de Marta: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude” (Lc 10,40). Sin duda que Marta estaba muy atareada con los quehaceres de la casa… Me imagino a una mujer trabajadora, activa. La veo con una escoba en la mano, limpiando la casa, sacudiendo el polvo. Al mismo tiempo hecha una mirada sobre el fuego donde la comida se está cocinando. Muchas cosas, muchas preocupaciones. Sin duda estará también pensando en lo que todavía tiene por hacer, en el tiempo que le falta y en todas aquellas cosas que le preocupan. Es comprensible que –como muchos dicen- lo urgente tome preeminencia ante lo importante.

            También nosotros nos experimentamos así. Como Marta tenemos muchas cosas que hacer, muchas cosas nos preocupan, y desfilan ante nuestra mente las listas interminables de cosas por realizar… El estudio, algún trabajo para la universidad, el compromiso que asumí con mi grupo, un mandado de la casa que debo realizar, mi agenda, el viaje que debo preparar, etc. Y así nos llenamos la cabeza y el corazón de nuestras muchas tareas, ocupaciones y preocupaciones.

Y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria (Lc 10,42a)

            Sí, muchas cosas nos agitan, nos inquietan en el interior. Cuántas veces llegamos al final del día con la sensación de que “me falta tiempo”. A veces pareciera que nos negamos a terminar el día, y por más que nos acostamos, la mente sigue pensando, sigue tratando de resolver aquello que nos preocupa, que nos inquieta, que nos obsesiona.

            Y sin embargo Jesús dice: “pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria” (Lc 10,42a). Pocas cosas son necesarias, es decir, en el mundo de cosas que “tenemos que hacer”, realmente pocas cosas son importantes, son necesarias. Necesarias para nuestra vida, para nuestro corazón. ¿Todo lo que corro, todo lo que me preocupo, vale realmente la pena? Pocas cosas son necesarias. Cuánto tenemos que aprender a vivir. Cuánto tenemos que aprender a valorar correctamente en el día a día. ¿Cuáles son las cosas que realmente me hacen bien? ¿Cuáles son las cosas que me ayudan a vivir bien, que me ayudan a darme a los demás, a ser pleno?

María eligió la mejor parte, que no le será quitada (Lc 10,42b)

            “María eligió la mejor parte, que no le será quitada” (Lc 10,42b). Esta es la respuesta de Jesús ante el reclamo de Marta, ante ese pedido de ayuda, de atención, de amor. María eligió la mejor parte, es decir, ella optó por sentarse a los pies del Señor y escuchar su palabra (cf. Lc 10,39). Ella optó por dedicarle tiempo a Jesús, ella optó por recibirlo, por acogerlo, y en esa acogida dejarse acoger por Él. A la larga, lo único realmente importante para nuestra vida es vivirla con Cristo, vivirla en amistad con Él, todo lo demás vendrá por añadidura. Porque “la vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación.”[1] Así, lo importante es esa relación fundamental, ese vínculo fundamental: la amistad con Cristo.

            Y lo más hermoso es que el Señor nos dice que si verdaderamente escogemos a diario cultivar la amistad con Él –sea una pequeña oración, sea buscándolo en el Evangelio, en el Sagrario, en la Eucaristía-, esa amistad, ese vínculo no nos será quitado, pues Él estará siempre presente en la intimidad de nuestro corazón.

            ¿No lo experimentamos acaso con nuestros amigos? Cuando nos hemos dedicado de corazón a cultivar nuestras amistades, cuando en medio de nuestros muchos quehaceres nos hicimos tiempo para compartir, para estar con el otro y para el otro, experimentamos que así como hemos dado morada en nuestro corazón a otra persona, esa persona también nos ha dado morada en el suyo.

Cuando elegimos la mejor parte, estar con el otro, darle mi tiempo, y recibir de su tiempo, cuando elegimos la mejor parte, compartir la vida con otros, entonces experimentamos esa alegría, esa felicidad de amar y ser amados. Experimentamos esa plenitud que viene no tanto de hacer varias cosas, sino de amar concretamente. Entonces experimentamos que cuando elegimos la mejor parte, cuando elegimos amar a nuestros hermanos y dejarnos amar por ellos, esto no nos será quitado. Experimentamos que aún en la distancia hay una profunda cercanía espiritual. Experimentamos que nuestros hermanos y amigos están en nuestro corazón y que nosotros estamos también en sus corazones.

Pidámosle a Jesús y a María Santísima, aprender a “elegir la mejor parte”, elegir siempre a las personas, y aprender a amarlas como Jesús nos ama. Amén.
           



[1] BENEDICTO XVI, Carta encíclica Spe Salvi sobre la esperanza cristiana, 27.

No hay comentarios:

Publicar un comentario