La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 11 de marzo de 2016

Misericordia: un nuevo camino de vida

Misericordia: un nuevo camino de vida

Domingo V de Cuaresma – Ciclo C

Queridos hermanos y hermanas:

            La Liturgia de la Palabra de hoy nos ofrece el evangelio de la “mujer adúltera” (Jn 8, 1-11). Los estudiosos de la Sagrada Escritura dicen que se trata de una “perícopa errática”[1]; es decir, un texto que no pertenece originalmente al corpus del Evangelio según San Juan. Probablemente, en su origen se tratara de una historia oral independiente “que se divulgó entre las comunidades cristianas, pero que durante largo tiempo no encontró un puesto en ninguno de los evangelios canónicos.”[2]

            Sin embargo “su canonicidad, carácter inspirado y valor histórico están fuera de discusión”[3], y por eso finalmente este texto encuentra un lugar en el Evangelio según San Juan al inicio del capítulo 8.

            ¿Por qué menciono este hecho relativo a la historia de la tradición del texto? Porque “refleja la tensión entre fidelidad  a la tradición de Jesús y los intereses de la disciplina de la Iglesia”[4]. Se trata de la tensión entre misericordia y disciplina eclesiástica. Tensión que todo creyente experimente en la Iglesia pero también en su propia vida.

Conviértanse y crean en la Buena Noticia

               Para comprender del todo la tensión aquí planteada debemos volver nuestra mirada hacia el inicio de la predicación de Jesús. En el Evangelio según San Marcos leemos: «Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”» (Mc 1,14-15).

            Desde el comienzo de su predicación Jesús anuncia la “proximidad salvadora del reino de Dios”[5], ese reino de Dios que se hace presente y actuante en su propia vida y en sus gestos para con todos, y en especial para con los pecadores y marginados. Y justamente a los pecadores, Jesús llama a la conversión y a creer en la Buena Noticia: a creer que Dios está cerca para salvar, sanar y perdonar.

            Como enviado de Dios, Jesús es consciente de que precisamente a los pecadores “puede otorgarles el perdón de los pecados y posibilitarles una nueva vida”[6], un nuevo comienzo. Con Jesús siempre podemos volver a empezar.

        Así se nos muestra Jesús en el evangelio de la “mujer adúltera”. Con libertad soberana y con autoridad Jesús sale al encuentro de esta mujer «sorprendida en flagrante adulterio» (Jn 8,4); sale a su encuentro más allá de las palabras y reclamos de sus acusadores, más allá de los prejuicios y normas.

            Jesús sale al encuentro de esta mujer y la rescata de las piedras de sus acusadores (cf. Jn 8,5) otorgándole su perdón de forma incondicional: «”Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante”» (Jn 8,10-11).

            “Jesús confía en que el perdón de los pecados puede tocar al hombre en lo más íntimo, a fin de moverle de esa manera a la conversión. El perdón de los pecados que Jesús otorga provoca la conversión; es la secuela del perdón, no su condición previa.”[7]  

Crean en la Buena Noticia

            La Buena Noticia –el Evangelio- que trae Jesús es el perdón incondicional de los pecados. ¿En qué consiste entonces la conversión? Tendemos a pensar que la conversión pasa en primer lugar por la ética y la moral. Así ponemos la conversión como requisito de la comunión con Dios. Sin embargo, a lo largo de su Evangelio Jesús nos ofrece la comunión con Dios que nos lleva a la conversión de vida.

            Como dice el Papa Francisco: “No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[8]

            La conversión –siempre necesaria- se inicia entonces creyendo en la Buena Noticia, creyendo en el amor, creyendo en la misericordia. “Hemos creído en el amor: así puede expresar el cristiano su opción fundamental de vida.”[9] Creyendo nos convertimos hacia Dios.

            Se trata de creer en esa salvación que nos ofrece Jesús, creer en su misericordia, creer en su perdón. ¿Qué implica esto? Implica a toda la persona humana. Implica el afecto: sentirnos perdonados, en paz, serenos. Implica el intelecto: sabernos perdonados. Implica la voluntad: vivir como perdonados, como redimidos. «Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante» (Jn 8,11). Estas palabras de Jesús marcan el inicio de un nuevo camino de vida.

Misericordia: un nuevo camino de vida

            Así el cristianismo, que es una “religión del perdón de los pecados y de la conversión”[10], se nos presenta como un don y una tarea. En su misericordia Jesús nos hace el don de su perdón incondicional: «Yo tampoco te condeno»; pero con este mismo perdón incondicional posibilita una nueva vida y con ello nos entrega una tarea: «Vete, no peques más en adelante».

            Por eso la  misericordia de Dios en Cristo Jesús se nos presenta como un nuevo camino de vida, ella nos habilita  “a obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado”.[11]  Sí, se trata de un nuevo comienzo, un nuevo inicio, tal como lo señala el profeta Isaías: «Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?» (Is 43,19).


            La tensión entre misericordia y disciplina se resuelve recibiendo como don la misericordia y comprometiéndose a asumir un nuevo camino de vida, a vivir no ya desde el egoísmo sino desde el amor y la libertad. «Olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta» (Flp 3,13-14).

            Lanzarnos hacia adelante es lanzarnos hacia la misericordia de Dios viviendo comprometidos con el amor. Dejar atrás el pecado que nos ata, dejar atrás las piedras de la tristeza y la desconfianza, y mirar hacia adelante, hacia la misericordia, viviendo la vida nueva en Cristo Jesús.

            Que María, Madre de Misericordia, escuche el clamor de nuestros corazones y con esos sus ojos misericordiosos nos levante de la tristeza y el temor del pecado, y nos ayude a caminar en  la misericordia de Cristo Jesús. Amén.



[1] J. BLANK, El Evangelio según San Juan. Tomo Primero b. Cap. V y VII-XII (Editorial Herder, Barcelona 1991), 123.
[2] Ibídem
[3] BIBLIA DE JERUSALÉN, nota a Jn 7,53-8,11.
[4] J. BLANK, J. BLANK, El Evangelio según San Juan…, 123.
[5] J. BLANK, J. BLANK, El Evangelio según San Juan…, 130.
[6] Ibídem
[7] Ibídem
[8] PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium 7, citando a BENEDICTO XVI, Deus Caritas est 1.
[9] BENEDICTO XVI, Desus Caritas est 1.
[10] J. BLANK, El Evangelio según San Juan…, 129.
[11] PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus 22.

1 comentario:

  1. Primero el perdón de Jesús, y luego la conversión! Qué bueno!!! Por eso es un don y también tarea. El que es perdonado, ya no puede seguir así; es preciso convertirse!!!

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