Misericordia: un nuevo
camino de vida
Domingo
V de Cuaresma – Ciclo C
Queridos hermanos y
hermanas:
La Liturgia de la
Palabra de hoy nos ofrece el evangelio de la “mujer adúltera” (Jn 8, 1-11). Los estudiosos de la Sagrada Escritura dicen que se trata de
una “perícopa errática”[1];
es decir, un texto que no pertenece originalmente al corpus del Evangelio según
San Juan. Probablemente, en su origen se tratara de una historia oral
independiente “que se divulgó entre las comunidades cristianas, pero que
durante largo tiempo no encontró un puesto en ninguno de los evangelios
canónicos.”[2]
Sin embargo “su canonicidad, carácter inspirado y valor
histórico están fuera de discusión”[3],
y por eso finalmente este texto encuentra un lugar en el Evangelio según San Juan al inicio del capítulo 8.
¿Por qué menciono este hecho relativo a la historia de la
tradición del texto? Porque “refleja la tensión entre fidelidad a la tradición de Jesús y los intereses de la
disciplina de la Iglesia”[4].
Se trata de la tensión entre misericordia y disciplina eclesiástica. Tensión
que todo creyente experimente en la Iglesia pero también en su propia vida.
Conviértanse y crean en la
Buena Noticia
Para comprender del todo la tensión aquí
planteada debemos volver nuestra mirada hacia el inicio de la predicación de
Jesús. En el Evangelio según San Marcos
leemos: «Jesús se dirigió a Galilea. Allí
proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: El
Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”» (Mc 1,14-15).
Desde el comienzo de su predicación Jesús anuncia la
“proximidad salvadora del reino de Dios”[5],
ese reino de Dios que se hace presente y actuante en su propia vida y en sus
gestos para con todos, y en especial para con los pecadores y marginados. Y justamente
a los pecadores, Jesús llama a la conversión y a creer en la Buena Noticia: a
creer que Dios está cerca para salvar, sanar y perdonar.
Como enviado de Dios, Jesús es consciente de que
precisamente a los pecadores “puede otorgarles el perdón de los pecados y
posibilitarles una nueva vida”[6],
un nuevo comienzo. Con Jesús siempre podemos volver a empezar.
Jesús sale al encuentro de esta mujer y la rescata de las
piedras de sus acusadores (cf. Jn
8,5) otorgándole su perdón de forma incondicional: «”Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le
respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en
adelante”» (Jn 8,10-11).
“Jesús confía en que el perdón de los pecados puede tocar
al hombre en lo más íntimo, a fin de moverle de esa manera a la conversión. El
perdón de los pecados que Jesús otorga provoca la conversión; es la secuela del
perdón, no su condición previa.”[7]
Crean en la Buena Noticia
La Buena Noticia –el Evangelio- que trae Jesús es el
perdón incondicional de los pecados. ¿En qué consiste entonces la conversión?
Tendemos a pensar que la conversión pasa en primer lugar por la ética y la
moral. Así ponemos la conversión como requisito de la comunión con Dios. Sin
embargo, a lo largo de su Evangelio
Jesús nos ofrece la comunión con Dios que nos lleva a la conversión de vida.
Como dice el Papa Francisco: “No me cansaré de repetir
aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No
se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida y, con ello, una orientación decisiva».[8]
La conversión –siempre necesaria- se inicia entonces
creyendo en la Buena Noticia, creyendo en el amor, creyendo en la misericordia.
“Hemos creído en el amor: así puede
expresar el cristiano su opción fundamental de vida.”[9]
Creyendo nos convertimos hacia Dios.
Se trata de creer en esa salvación que nos ofrece Jesús,
creer en su misericordia, creer en su perdón. ¿Qué implica esto? Implica a toda
la persona humana. Implica el afecto: sentirnos perdonados, en paz, serenos.
Implica el intelecto: sabernos perdonados. Implica la voluntad: vivir como
perdonados, como redimidos. «Yo tampoco
te condeno. Vete, no peques más en adelante» (Jn 8,11). Estas palabras de Jesús marcan el inicio de un nuevo
camino de vida.
Misericordia: un nuevo
camino de vida
Así el cristianismo, que es una “religión del perdón de
los pecados y de la conversión”[10],
se nos presenta como un don y una tarea. En su misericordia Jesús nos hace el
don de su perdón incondicional: «Yo
tampoco te condeno»; pero con este mismo perdón incondicional posibilita
una nueva vida y con ello nos entrega una tarea: «Vete, no peques más en adelante».
Por eso la
misericordia de Dios en Cristo Jesús se nos presenta como un nuevo
camino de vida, ella nos habilita “a
obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado”.[11]
Sí, se trata de un nuevo comienzo, un
nuevo inicio, tal como lo señala el profeta
Isaías: «Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?»
(Is 43,19).
La tensión entre misericordia y disciplina se resuelve
recibiendo como don la misericordia y comprometiéndose a asumir un nuevo camino
de vida, a vivir no ya desde el egoísmo sino desde el amor y la libertad. «Olvidándome del camino recorrido, me lanzo
hacia adelante y corro en dirección a la meta» (Flp 3,13-14).
Lanzarnos hacia adelante es lanzarnos hacia la
misericordia de Dios viviendo comprometidos con el amor. Dejar atrás el pecado
que nos ata, dejar atrás las piedras de la tristeza y la desconfianza, y mirar
hacia adelante, hacia la misericordia, viviendo la vida nueva en Cristo Jesús.
Que María, Madre de Misericordia, escuche el clamor de
nuestros corazones y con esos sus ojos misericordiosos nos levante de la
tristeza y el temor del pecado, y nos ayude a caminar en la misericordia de Cristo Jesús. Amén.
[1] J.
BLANK, El Evangelio según San Juan. Tomo
Primero b. Cap. V y VII-XII (Editorial Herder, Barcelona 1991), 123.
[2] Ibídem
[3]
BIBLIA DE JERUSALÉN, nota a Jn 7,53-8,11.
[4] J.
BLANK, J. BLANK, El Evangelio según San
Juan…, 123.
[5] J.
BLANK, J. BLANK, El Evangelio según San
Juan…, 130.
[6] Ibídem
[7] Ibídem
[8]
PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium 7, citando
a BENEDICTO XVI, Deus Caritas est 1.
[9]
BENEDICTO XVI, Desus Caritas est 1.
[10]
J. BLANK, El Evangelio según San Juan…,
129.
[11]
PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus
22.
Primero el perdón de Jesús, y luego la conversión! Qué bueno!!! Por eso es un don y también tarea. El que es perdonado, ya no puede seguir así; es preciso convertirse!!!
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