La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

sábado, 19 de marzo de 2016

Testigos y misioneros de la misericordia

Testigos y misioneros de la misericordia

Domingo de Ramos 2016 – Ciclo C

Queridos hermanos y hermanas:

            Con la bendición de las palmas y los ramos, y con la procesión del Domingo de Ramos, hemos conmemorado la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Podríamos decir que por medio de esta procesión de los ramos es como si también nosotros nos uniéramos al “grupo creciente de peregrinos”[1] que seguía a Jesús en su camino desde Galilea hacia Jerusalén.

¿Quiénes son los que siguen a Jesús?

            Los evangelios de “Mateo y Marcos nos dicen que, ya al salir de Jericó, había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (Mt 20,29; cf. Mc 10,46)”.[2] Pero ¿quiénes eran estos hombres y mujeres que seguían a Jesús? ¿Por quiénes está conformada esta muchedumbre que grita jubilosa: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!» (Lc 19,38)?

           
          Por los evangelios sabemos que se trata en primer lugar de los apóstoles y los discípulos; pero a medida que Jesús camina entre los hombres y mujeres de su tiempo y de su tierra haciéndoles el bien, muchos de ellos se unen a su peregrinación. Entre ellos Bartimeo, el ciego que por su fe recobró la vista «y le seguía por el camino» (cf. Mc 10, 46-52).

            Los que siguen a Jesús son aquellos que ha experimentado su misericordia de forma personal: los ciegos que recobraron la vista, los enfermos que han sido sanados, los pecadores que han sido perdonados, las adúlteras que no han sido condenadas, los marginados que han sido incluidos, los angustiados que han sido consolados y los pobres que han sido saciados… Todos los que han experimentado la misericordia de Dios en Jesús; todos los que han experimentado en Jesús que «el Reino de Dios está cerca» (Mc 1,15).

            Son ellos los que «llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto» (Lc 19,37).

Peregrinos de la misericordia

           
        Así, los hombres y mujeres que caminan hacia Jerusalén siguiendo a Jesús y aclamándolo como Rey y Mesías, se convierten en “peregrinos de la misericordia”. Porque han recibido misericordia en sus vidas están de nuevo en pie, llenos de alegría, caminando con Jesús y como Jesús.

            Sí, también nosotros estamos aquí porque hemos experimentado la misericordia de Jesús en  nuestras vidas. También nosotros, gracias a Jesús volvimos a mirar nuestra vida con fe, también nosotros hemos sido sanados, perdonados, liberados y saciados en lo más profundo de nuestro corazón. También nosotros hemos sido salvados de la tristeza y el aislamiento al haber sido incorporados a la Iglesia de Jesús.

            Cada uno de nosotros ha experimentado esa misericordia en algún momento de su vida, por eso está aquí aclamando al «Rey que viene en nombre del Señor». Sí, también nosotros somos peregrinos de la misericordia de Jesús. También nosotros creemos en su amor y en su entrega.

Misioneros de la misericordia

            Y si somos peregrinos de la misericordia de Jesús, si nos unimos a su peregrinar, al peregrinar de su Iglesia a través de todos los tiempos y espacios de la humanidad, es para convertirnos en “testigos de la misericordia”, en “misioneros de la misericordia”.

            También hoy los hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan testigos y misioneros de la misericordia que con sus palabras y sus obras proclamen: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».

            Testigos y misioneros de la misericordia que con sus vidas nos ayuden a comprender que Jesucristo «se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombre» (Flp 2,7).

            Queridos hermanos y hermanas, hemos recibido misericordia, y la hemos recibido para regalarla. En la medida en que testimoniemos esta misericordia de Jesús siendo misericordiosos con los demás –con todos, sin fronteras, sin condiciones, sin excepciones-, en esa medida estaremos reconociendo a Jesús como Rey y Mesías de nuestras vidas. Y así, muchos otros reconocerán en nuestra misericordia a Jesús misericordioso.

            Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a adentrarnos en estos días santos como peregrinos de la misericordia de Jesús. Amén.  




[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones Encuentro S.A., Madrid 2011), 12.
[2] Ibídem

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