Testigos y misioneros de
la misericordia
Domingo de Ramos 2016 –
Ciclo C
Queridos hermanos y
hermanas:
Con la bendición de
las palmas y los ramos, y con la procesión
del Domingo de Ramos, hemos conmemorado la entrada mesiánica de Jesús en
Jerusalén. Podríamos decir que por medio de esta procesión de los ramos es como si también nosotros nos uniéramos al
“grupo creciente de peregrinos”[1]
que seguía a Jesús en su camino desde Galilea hacia Jerusalén.
¿Quiénes son los que
siguen a Jesús?
Los evangelios de “Mateo y Marcos nos dicen que, ya al
salir de Jericó, había una «gran
muchedumbre» que seguía a Jesús (Mt
20,29; cf. Mc 10,46)”.[2]
Pero ¿quiénes eran estos hombres y mujeres que seguían a Jesús? ¿Por quiénes
está conformada esta muchedumbre que grita jubilosa: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y
gloria en las alturas!» (Lc
19,38)?
Por los evangelios sabemos que se trata en primer lugar de los apóstoles y los discípulos; pero a medida que Jesús camina entre los hombres y mujeres de su tiempo y de su tierra haciéndoles el bien, muchos de ellos se unen a su peregrinación. Entre ellos Bartimeo, el ciego que por su fe recobró la vista «y le seguía por el camino» (cf. Mc 10, 46-52).
Los que siguen a Jesús son aquellos que ha experimentado
su misericordia de forma personal: los ciegos que recobraron la vista, los
enfermos que han sido sanados, los pecadores que han sido perdonados, las
adúlteras que no han sido condenadas, los marginados que han sido incluidos,
los angustiados que han sido consolados y los pobres que han sido saciados…
Todos los que han experimentado la misericordia de Dios en Jesús; todos los que
han experimentado en Jesús que «el Reino
de Dios está cerca» (Mc 1,15).
Son ellos los que «llenos
de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que
habían visto» (Lc 19,37).
Peregrinos de la
misericordia
Así, los hombres y mujeres que caminan hacia Jerusalén siguiendo a Jesús y aclamándolo como Rey y Mesías, se convierten en “peregrinos de la misericordia”. Porque han recibido misericordia en sus vidas están de nuevo en pie, llenos de alegría, caminando con Jesús y como Jesús.
Sí, también nosotros estamos aquí porque hemos
experimentado la misericordia de Jesús en
nuestras vidas. También nosotros, gracias a Jesús volvimos a mirar
nuestra vida con fe, también nosotros hemos sido sanados, perdonados, liberados
y saciados en lo más profundo de nuestro corazón. También nosotros hemos sido
salvados de la tristeza y el aislamiento al haber sido incorporados a la
Iglesia de Jesús.
Cada uno de nosotros ha experimentado esa misericordia en
algún momento de su vida, por eso está aquí aclamando al «Rey que viene en nombre del Señor». Sí, también nosotros somos
peregrinos de la misericordia de Jesús. También nosotros creemos en su amor y
en su entrega.
Misioneros de la
misericordia
Y si somos peregrinos de la misericordia de Jesús, si nos
unimos a su peregrinar, al peregrinar de su Iglesia a través de todos los tiempos
y espacios de la humanidad, es para convertirnos en “testigos de la
misericordia”, en “misioneros de la misericordia”.
También hoy los hombres y mujeres de nuestro tiempo
necesitan testigos y misioneros de la misericordia que con sus palabras y sus
obras proclamen: «¡Bendito sea el Rey que
viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».
Testigos y misioneros de la misericordia que con sus
vidas nos ayuden a comprender que Jesucristo «se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose
semejante a los hombre» (Flp
2,7).
Queridos hermanos y hermanas, hemos recibido
misericordia, y la hemos recibido para regalarla. En la medida en que
testimoniemos esta misericordia de Jesús siendo misericordiosos con los demás –con
todos, sin fronteras, sin condiciones, sin excepciones-, en esa medida
estaremos reconociendo a Jesús como Rey y Mesías de nuestras vidas. Y así,
muchos otros reconocerán en nuestra misericordia a Jesús misericordioso.
Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a adentrarnos
en estos días santos como peregrinos de la misericordia de Jesús. Amén.
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