Pascua del Señor, Pascua
de misericordia
Jueves Santo 2016 –Ciclo B
Queridos hermanos y
hermanas:
Con la celebración de la Misa vespertina de la Cena del Señor iniciamos el Sagrado Triduo Pascual, “en el que
Cristo padece, reposa en el sepulcro y resucita”.[1]
Así, esta celebración del Jueves Santo
es una introducción, simbólica y efectiva, al misterio pascual de Jesucristo, y
por ello, a nuestra propia pascua también.
La Pascua del Señor
En la Liturgia de la Palabra el libro del Éxodo nos relata los preparativos del
pueblo de Israel para «la Pascua del
Señor». Luego de dar con precisión las indicaciones para la cena ritual –elección
del animal a sacrificar, características del mismo, signación de las puertas, manera
de comer la carne, los panes sin levadura y las verduras amargas-, el texto
insiste con firmeza: «Es la Pascua del
Señor. Esa noche yo pasaré por el país de Egipto… …Yo soy el Señor» (Ex 12, 11b-12).
Es la Pascua del Señor. Se trata de su paso salvador en
medio de su pueblo.[2]
Su paso es salvación y liberación para los que creen en Él.
Israel debe estar preparado para ese “paso” del Señor, y
debe estar preparado para ir tras Él, tras sus pasos, tras sus huellas. El
comer «ceñidos con un cinturón, calzados
con sandalias y con el bastón en la mano» (Ex 12,11) demuestra la actitud de los hombres y mujeres que están
dispuestos para partir, para seguir a su Señor, para ser “pueblo en salida”, “pueblo
peregrino” que sigue la Pascua de su Señor.
La Pascua del Señor en
nuestras vidas
Así como Israel debía estar preparado para la Pascua del
Señor, también la Iglesia –nuevo Israel- debe estar preparada para el paso del
Señor. Sí, cada uno de nosotros debe estar preparado para percibir el paso del
Señor por su vida.
En la Primera Carta
a los Corintios, Pablo nos recuerda: «siempre
que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que
él vuelva» (1 Cor 11,26).
También los cristianos recordamos y celebramos la Pascua
de Cristo: su paso por medio de la muerte en cruz hacia la vida plena de la
resurrección. La Pascua definitiva, el paso definitivo. Proclamamos su muerte y
resurrección esperando su venida gloriosa.
Así mismo la Eucaristía
es el paso de Jesús en medio de nosotros, en medio de nuestra vida. Como bellamente
lo expresa una oración del P. José Kentenich: “Padre, has enviado al Hijo como
prenda de tu amor. (…) Por amor se entrega como ofrenda y alimento sobre el
altar. Allí quiere reinar siempre entre nosotros y habitar en nuestra cercanía.”[3]
Sí, en la Eucaristía Jesús pasa en
medio de nosotros, habita en nuestra cercanía e incluso en nuestro corazón.[4]
«Es la Pascua del Señor».
Pascua de misericordia
Finalmente en «su hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), Jesús nos muestra que la Pascua del Señor es Pascua de misericordia. Sacándose el manto y lavando los pies a sus discípulos (cf. Jn 13, 4-5), Jesús nos muestra que su paso por nuestras vidas es siempre un paso de misericordia. Él se despoja de sí mismo, se inclina ante nosotros y lava nuestros pies.
Por eso, al iniciar el Triduo Pascual nos hará bien recordar todas las veces que el Señor
Jesús pasó por nuestras vidas haciéndonos misericordia. En tantas personas y
acontecimientos de nuestra vida ha estado Jesús arrodillado ante nosotros
lavando nuestros pies y sanando nuestras heridas: en el sacramento de la Reconciliación; en la visita de un amigo; en una
corrección fraterna; en el amor silencioso y cotidiano de nuestros seres
queridos; en una palabra del Evangelio;
en una moción interior del Espíritu que me trajo paz y misericordia. Cada uno
rememore ese momento de misericordia y diga en su corazón: «Es la Pascua del Señor».
Y si el Señor ha pasado en medio de nuestras vidas con su
misericordia, es para que con los pies limpios y el corazón renovado lo sigamos
a Él en su Pascua haciendo el bien a los demás: «Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes
también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que
hagan lo mismo que yo hice con ustedes» (Jn 13, 14-15).
Sí, haciendo lo mismo que hizo Jesús –en esta celebración
y sobre todo en nuestra vida cotidiana- vamos siguiendo sus huellas, sus pasos,
y caminamos detrás de Él hacia la Pascua definitiva, la Resurrección.
Que María, Mater Misericordiae, aliente nuestro caminar detrás de su hijo, para que nuestro paso por la vida de nuestros hermanos sea también Pascua del Señor, Pascua de misericordia. Amén.
[1] CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Misal
Romano Cotidiano (CEA, Oficina del Libro, Buenos Aires 2011),
470.
[2] X.
LÉON-DUFOUR, Vocabulario de Teología
Bíblica, «Pascua» (Herder, Barcelona 1993), 647.
[3] P.
JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre,
estrofas 50-51.
[4]
Cf. P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre,
estrofa 143.
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