Vigilia Pascual en la
Noche del Sábado Santo – Ciclo B
Mc
16, 1 – 8
«La madrugada del primer
día de la semana»
Queridos hermanos y
hermanas:
Luego del jubiloso Anuncio
Pascual y la imponente Liturgia de la
Palabra, en la cual hemos escuchado “serenamente la Palabra de Dios meditando
cómo, al cumplirse el tiempo, Dios salvó a su pueblo y finalmente envió a su
Hijo para redimirnos”[1];
queremos adentrarnos aún más en la contemplación de la Resurrección del Señor reflexionando
juntos el texto evangélico que hemos escuchado (Mc 16, 1 – 8).
«La madrugada del primer
día de la semana»
El relato de Marcos
nos dice que «pasado el sábado, María
Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir
el cuerpo de Jesús» (Mc 16, 1).
Luego de los intensos y dramáticos sucesos de la crucifixión y muerte de Jesús,
estas mujeres quieren cuidar del cuerpo del Señor. Podríamos decir que desean
realizar una obra de misericordia a favor del Señor.
En ese sentido impresiona que estas mujeres –al igual que
Jesús- saben “amar hasta el fin” (cf. Jn
13, 1), saben perseverar en el amor aún en medio del dolor y la muerte. Podemos
imaginar la escena: tres mujeres que caminan solitarias en la «madrugada del primer día de la semana»
(Mc 16, 2); tres mujeres llevando
consigo los perfumes y ungüentos con los cuales esperan curar las heridas del
cuerpo del Amado. Tres mujeres dispuestas a tocar con amor y ternura la carne
del Crucificado.
¿Qué sentimientos había en sus corazones? ¿Qué
pensamientos poblaban sus mentes? ¿Qué expresión llevaban en el rostro y cómo
era su caminar hacia el sepulcro? El texto nos dice que «decían entre ellas: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del
sepulcro?» (Mc 16, 3). Dicho
comentario nos hace ver que las mujeres no estaban preparadas para lo que
sucedería luego, para los signos que encontrarían al llegar al sepulcro y para el
anuncio de la resurrección.
En su momento, tampoco los discípulos comprendieron del
todo “cuando Jesús les habló por primera vez sobre la cruz y la resurrección; mientras
bajaban del monte de la Transfiguración, ellos se preguntaban qué querría decir
eso de «resucitar de entre los muertos» (Mc 9, 10).”[2]
«Vieron que la piedra
había sido corrida»
Volviendo al relato de la «madrugada del primer día de la semana», vemos que las mujeres
encontraron una serie de signos que testimoniaban la resurrección.
En primer lugar «vieron
que la piedra había sido corrida» (Mc
16, 4), inmediatamente «al entrar al
sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca»
(Mc 16, 5), y de sus labios
escucharon el siguiente anuncio: «“No
teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no
está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.”» (Mc 16, 6).
Las mujeres –en este relato- no se encuentran
directamente con el Resucitado, sino más bien con los signos de la
resurrección. En ese sentido, las mujeres de la mañana del domingo y nosotros –hombres
y mujeres de la Vigilia en la Noche Santa-
nos encontramos en la misma situación.
Pascua de Resurrección 2018. Sello postal. Oficina de Filatelia y Numismática de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano. Cristo Resucitado. Lienzo. Raúl Berzosa. 2016. |
Como bien lo expresa el solemne Anuncio Pascual: “¡Noche verdaderamente feliz! Sólo ella mereció
saber el tiempo y la hora en que Cristo resucitó del abismo de la muerte.”[4]
Por ello la liturgia de esta Vigilia
Pascual trata de introducirnos en el acontecimiento de la resurrección por medio
de signos y acciones simbólicas.
A
medida que avanza la celebración litúrgica pasamos de la oscuridad del pecado y
de la muerte a la luz de la salvación y la vida eterna. En el momento señalado,
todas las luces del templo y los cirios del altar se encienden, y así, la
alegría de ese momento nos hace comprender que “la resurrección de Jesús es un
estallido de luz.”[5]
«Él irá a Galilea, allí lo
verán»
Pero volvamos una vez más a las mujeres de la «madrugada del primer día de la semana».
Al igual que ellas, también nosotros tenemos en nuestra vida signos del acontecimiento
de la resurrección, signos de la presencia del Resucitado en medio de nosotros.
Pero para poder percibir esos signos del Resucitado dos condiciones
se deben cumplir en nosotros. En primer lugar estar dispuestos –al igual que Jesús
y las mujeres- a amar hasta el fin (cf. Jn
13, 1). Ellas fueron capaces de ver los signos de la resurrección porque estaban
dispuestas a amar hasta el fin, porque estaban dispuestas a tocar la carne del Crucificado.
Luego
de estos días santos, al retornar a nuestros hogares y labores cotidianas tendremos
la oportunidad de tocar la carne de Cristo Crucificado en nuestros hermanos. ¡A
cuántos enfermos; niños, jóvenes y ancianos; entristecidos y desorientados, podremos
ungir con el perfume de nuestra cercanía, compañía y ternura! ¡A cuántos podremos
ungir con el aceite del perdón y de la amistad!
Y junto
con estar dispuestos a tocar la carne de Cristo Crucificado, se nos pide también
anunciar con gozo y confianza la resurrección: «“Vayan ahora a decir a sus discípulos que él irá antes que ustedes a Galilea;
allí lo verán”» (cf. Mc 16, 7). Ver
en Galilea al Resucitado equivale a decir que lo veremos en la vida cotidiana, siempre
y cuando los anunciemos con nuestras palabras y obras. El Resucitado se hace presente
allí donde el amor hasta el fin se alimenta de pequeños y constantes actos de amor.
El Resucitado se hace presente allí donde se vive “una santidad cotidiana fuerte
y silenciosa.” (Hacia el Padre 192).
A María, Madre de la mañana del domingo, le pedimos
que se ponga en camino hacia nosotros, y que ungiéndonos con el aceite de su ternura
maternal, nos transforme en hombres y mujeres matutinos, hombres y mujeres capaces
de percibir y testimoniar la presencia de “Jesucristo, que resucitado de entre los
muertos brilla sereno para el género humano, y vive y reina por los siglos de los
siglos.”[6]
Amén.
[1] Cf.
MISAL ROMANO, Vigilia Pascual en la Noche
Santa, monición introductoria a la Liturgia
de la Palabra.
[2]
Cf. BENEDICTO XVI, Homilía, Sábado
Santo, Vigilia Pascual, 15 de abril de 2006 [en línea]. [fecha de consulta: 31 de
marzo de 2018]. Disponible en: <http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060415_veglia-pasquale.html>
[3] J.
RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de
Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones
Encuentro, S. A., Madrid 2011), 304.
[4] MISAL
ROMANO, Vigilia Pascual en la Noche
Santa, Anuncio Pascual.
[5]
BENEDICTO XVI, Homilía, Sábado Santo,
Vigilia Pascual, 11 de abril de 2009 [en línea]. [fecha de consulta: 30 de marzo de
2018]. Disponible en: <https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2009/documents/hf_ben-xvi_hom_20090411_veglia-pasquale.html>
[6] MISA
ROMANO, Vigilia Pascual en la Noche
Santa, Anuncio Pascual.