Acción litúrgica de la
Pasión del Señor – Ciclo B
Jn
18,1 – 19,42
«Todo se ha cumplido»
Queridos hermanos y
hermanas:
En nuestros pensamientos todavía están presentes los
acontecimientos del Domingo de Ramos
y del Jueves Santo.
Durante
la procesión de los ramos escuchábamos cómo Jesús era aclamado por el pueblo con
las palabras: «¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!» (Mc 11, 9); y
lo veíamos con un rostro sereno y profundo, irradiando serenidad en medio de
tanta emoción y expectación.
En
la Misa vespertina de la Cena del Señor
lo contemplamos lavando los pies a sus discípulos y donándose a sí mismo en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre;
servicio y sacramento, con los cuales
nos dice que nos ama hasta el fin, hasta la consumación de su amor (cf. Jn 13,1).
Y
precisamente en esta Acción litúrgica de
la Pasión del Señor somos testigos de lo que significa la consumación de su
amor: aceptar la cruz por cada uno de nosotros para liberarnos de nuestro
propio egoísmo y de nuestro pecado.
«Mi servidor justo»
Con recogimiento y veneración hemos escuchado la
proclamación de la Pasión de nuestro
Señor Jesucristo según san Juan (Jn
18,1 – 19,42). Durante el Viernes Santo
la Iglesia se dedica a conmemorar “los acontecimientos que van desde la condena
a muerte hasta la crucifixión de Cristo”[1]
y así participa en la Pasión de su Señor.
En esta gran proclamación de la Pasión se suceden ante
nuestros ojos los acontecimientos dramáticos que precedieron a la crucifixión
de Jesús. Vemos también a tantas personas que frenéticamente se mueven y hablan
en torno al Señor. Sin embargo, Él permanece sereno y dueño de sí mismo ante
cada situación.
Jesús es consciente de que Él es el «Servidor justo» que «justificará
a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos» (Is 53, 11). La serenidad y soberanía que irradia en estas
situaciones, radican en que Él sabe que está llevando a cumplimiento la
voluntad de Dios su Padre. En efecto, Jesús es consciente de que el que lo
envió está con Él, y no lo ha dejado solo, ya que Jesús hace siempre lo que agrada
al Padre (cf. Jn 8,29).
¿Y en qué consiste la voluntad del Padre? En otro pasaje
del Evangelio según san Juan el mismo
Jesús dice: «El Padre me ama porque yo
doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi
Padre» (Jn 10, 17 – 18).
Al dar su vida libremente Jesús se manifiesta como el «Servidor justo» que cumple la voluntad
del Padre. Y cumpliendo esa voluntad revela quién es Dios. Precisamente en la
Pasión se manifiesta que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del
Padre.”[2]
«Él pasó haciendo el bien»
Sin embargo, es importante que comprendamos que la Pasión
del Señor es en realidad el culmen de toda una vida en la cual Jesús ha
revelado la misericordia del Padre a través de sus gestos y palabras.
A lo largo de toda su vida terrena Cristo ha dado
testimonio de la misericordia del Padre y de su amor hasta el fin: anunciando
la cercanía del Reino de Dios invitó a la conversión (cf. Mt 4, 17); llamando a sus discípulos eligió a los que quiso para
que estuvieran con Él y para enviarlos a
predicar y sanar (cf. Mc 3, 13
– 14); perdonando a los pecadores y sanando a los enfermos los restituyó a la
comunión con Dios y con los hombres. Con las parábolas de la misericordia del
Padre (cf. Lc 15, 1 – 32) nos habló a
través de imágenes para que comprendamos que el amor de Dios siempre nos busca
y nos espera cuando estamos perdidos.
No en vano, sus discípulos, cuando lo recuerdan y predican
sobre Él dicen: «Dios ungió a Jesús de
Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y
curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba
con él.» (Hch 10, 38).
«Todo se ha cumplido»
Acción litúrgica de la Pasión del Señor. Adoración a la Cruz. Iglesia Santa María de la Trinidad. Viernes Santo, 2018. |
Por ello, cuando contemplamos a Jesús en la cruz
diciendo: «Todo se ha cumplido» (Jn 19, 30) debemos tomar conciencia de
que efectivamente, se ha cumplido el amor con el cual amó a cada uno de sus
discípulos, el amor con el cual nos amó y nos ama a cada uno de nosotros.
Lo que el evangelista Juan nos dijo al inicio de la
perícopa del lavatorio de los pies (cf. Jn
13, 1 – 15): «los amó hasta el fin»,
“los amó hasta la consumación plena”; se realiza en el relato de la muerte en
cruz: «Todo se ha cumplido» (Jn 19, 30). “Esa palabra es el sello y
firma puestos a la obra de Jesús, a su revelación de Dios que culmina en esa
muerte como la consumación del amor.”[3]
Así la Cruz de Cristo se transforma en signo de amor consumado,
en signo de amor plenamente cumplido. Así, también nosotros queremos volver a mirar
nuestras propias cruces –personales o familiares- como oportunidad y camino de amor
cumplido hasta el final.
Y por ello, en esta tarde de la Pasión del Señor en oración decimos:
“Cruz santa,
a tus pies me rindo
y te canto un ardiente himno de gratitud
y de júbilo:
¡en ti consumó nuestro Señor la Redención,
que nos ha hecho hijos de Dios!
Quiero ponerte en la hondura de mi alegre
corazón
y regalarte de continuo mi amor entero;
quiero fundar toda mi esperanza de vida
en ti, Señor crucificado,
y
en María, tu Compañera.”[4] Amén.
[1]
BENEDICTO XVI, Audiencia general,
miércoles 4 de abril de 2007 [en línea]. [fecha de consulta: 29 de marzo de
2018]. Disponible en: <http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070404.html>
[2]
PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus,
1.
[3] J.
BLANK, El Evangelio según san Juan. Tomo
tercero (Editorial Herder, Barcelona 1987), 129.
[4] J.
KENTENICH, Hacia el Padre, Vía Crucis del Instrumento, Oración final,
329 – 330.
No hay comentarios:
Publicar un comentario