Misa vespertina de la Cena
del Señor – Ciclo B
Jn
13, 1 – 15
«Los amó hasta el fin»
Queridos hermanos y
hermanas:
Como bien sabemos, con esta celebración de la Misa vespertina de la Cena del Señor
iniciamos el Sagrado Triduo Pascual
de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
Como
comunidad cristiana queremos revivir “en la misa in Cena Domini lo que sucedió durante la última Cena. En el
Cenáculo el Redentor quiso anticipar el sacrificio de su vida en el Sacramento
del pan y del vino convertidos en su Cuerpo y en su Sangre: anticipa su muerte,
entrega libremente su vida, ofrece el don definitivo de sí mismo a la
humanidad.”[1]
Así
mismo “con el lavatorio de los pies se repite el gesto con el que él, habiendo
amado a los suyos, los amó hasta el extremo (cf. Jn 13, 1) y dejó a
los discípulos, como su distintivo, este acto de humildad, el amor hasta la
muerte.”[2]
«Los amó hasta el fin»
Precisamente, en la Liturgia
de la Palabra hemos escuchado el texto evangélico que relata el lavatorio
de los pies (Jn 13, 1 – 15), este pasaje,
representa en el Evangelio según san Juan
“algo así como el pórtico a la historia de la pasión”[3],
por lo tanto, “lo que Juan quiere exponer a continuación no es una historia
trivial que tuvo lugar alguna vez, sino la
historia del amor cumplido.”[4]
Volvamos a escuchar el inicio de este pasaje evangélico:
«Antes de la fiesta de Pascua,
sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él,
que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.» (Jn 13, 1).
¿A qué se refiere el evangelista cuando dice «los amó hasta el fin»? Para responder a
esta pregunta debemos recurrir al texto original griego, de modo que podamos
comprender el sentido de la expresión y todas sus implicancias.
En
el texto griego, «los amó hasta el fin»
se escribe εἰς τέλος ἠγάπησεν
αὐτούς (eis telos egapesen autous). La
expresión griega εἰς
τέλος puede traducirse al español no sólo como «hasta el fin», sino también como “hasta
la consumación”[5]. Por lo tanto, el amor de Jesús por sus
discípulos no se trata de un amor que llega a un fin o meta temporal, sino más
bien, se trata de un amor que llega a una consumación plena.
Al celebrar esta Misa de la Cena del Señor volvemos a tomar conciencia de la
envergadura del amor de Jesús; volvemos a tomar conciencia de la profundidad de
los gestos que hoy realizamos y del sacramento
que celebramos.
El amor de Jesús por sus discípulos –y por cada
uno de nosotros- se manifiesta en el acto de servicio humilde y concreto que él
realiza: «sabiendo Jesús que el Padre
había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una tolla se la ató a la
cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los
discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.» (Jn 13, 3 – 5).
De la misma manera, sabemos por el testimonio
del apóstol Pablo que «el Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la
misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva
Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria
mía”.» (1Cor 11, 23 – 25).
Ambas realidades, el gesto del servicio –que es
enseñanza y ejemplo para los discípulos- como el sacramento del amor –don y presencia del Señor entre los suyos-, encuentran
su consumación en la cruz: «Jesús,
cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado
«del Cráneo», en hebreo «Gólgota». Allí lo crucificaron. Después de beber el
vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su
espíritu.» (Jn 19, 17.
18a. 30).
«Todo se ha cumplido»
En la Celebración
de la Pasión del Señor durante el Viernes
Santo, volveremos a ver “pender de la cruz al Redentor del mundo” y
recordaremos que “hasta ese extremo lo llevó el ardiente apremio de su amor.”[6]
Volveremos a contemplar que ese amor que Jesús ofreció y ofrece a los suyos se
consuma, se cumple en la cruz.
Cuando Jesús en la cruz dice: «Todo se ha cumplido» (Jn
19, 30), en el fondo está dando testimonio de que se ha cumplido, se ha
consumado, su amor por toda la humanidad y por cada uno de nosotros. Y como su
amor se consuma en la Pasión, ese amor alcanza su plenitud en la Resurrección.
Y he aquí una enseñanza cristiana: el amor verdadero, el amor que quiere llegar
a consumarse, a realizarse, debe pasar por la cruz para alcanzar la plenitud de
la resurrección.
En esta noche del amor hasta el fin queremos volver a
tomar conciencia de tantos momentos en los que Jesús nos amó. Él nos amó en
cada sacramento que hemos celebrado
con fe. Nos amó en el Bautismo, donde
nos eligió y nos hizo suyos. Nos amó en la Eucaristía
donde se nos dio como alimento que nutre y transforma. Nos amó en la Reconciliación donde lavó nuestros
corazones y nos regaló la alegría luminosa de su perdón. Nos amó y nos ama a
través de tantas personas que nos hacen el bien. Y así, cada uno puede tomar
conciencia y hacer memoria de tanto amor.
Pero sobre todo, en esta noche descubrimos que cada gesto
de amor que hemos recibido, contiene una promesa que se cumplirá: es un amor
que llegará hasta el fin, hasta consumarse plenamente. En cada gesto de amor Jesús
nos dice: “Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a
término.”[7]
Él llevará a término -a pleno cumplimiento- su amor por cada uno de nosotros.
«Les he dado el ejemplo,
para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes»
Lavatorio de los pies. Iglesia Santa María de la Trinidad, Santuario de Tuparenda. |
Cuando el amor concreto a los demás se haga difícil, y
estemos tentados a dejar de amar, a dejar de perdonar, a dejar de volver a
empezar; recordemos que el amor de Jesús no se quedó a medio camino, el amor de
Jesús, el amor con el cual él nos ama, llegó hasta el fin y se consumó en la
cruz para hacerse pleno en la resurrección. También nosotros queremos aprender
a amar hasta el fin.
A María, Madre del
amor hasta el fin, le pedimos que nos conceda acompañar a su hijo Jesús
durante el Sagrado Triduo Pascual, de
modo que adentrándonos en el Misterio
Pascual aprendamos a perseverar en el amor como Cristo, que nos «amó hasta el fin». Amén.
[1]
BENEDICTO XVI, Audiencia general,
miércoles 4 de abril de 2007 [en línea]. [fecha de consulta: 28 de marzo de
2018]. Disponible en: < http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070404.html>
[2]
Ibídem
[3] J.
BLANK, El Evangelio según san Juan. Tomo
segundo (Editorial Herder, Barcelona 1984), 34.
[4]
Ibídem
[5]
Cf. J. BLANK, El Evangelio según san
Juan. Tomo segundo (Editorial Herder, Barcelona 1984), 34.
[6]
Cf. J. KENTENICH, Hacia el Padre 350.
[7]
PONTIFICAL ROMANO, Rito de la ordenación
del presbítero, Promesa del elegido.
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