Alianza de Misericordia
18 de octubre de 2016
Queridos hermanos y
hermanas;
Querida Familia de
Schoenstatt:
A lo largo de este Año
Santo de la Misericordia, unidos a toda la Iglesia, hemos reflexionado,
meditado y contemplado el hermoso misterio de la misericordia divina. En Jesús,
“rostro de la misericordia del Padre”[1],
hemos contemplado este misterio que para nosotros “es fuente de alegría, de
serenidad y de paz”.[2]
Sobre
todo hemos intentado vivir este misterio de la misericordia de Dios; hemos
intentado vivir de la misericordia de
Dios -recibiéndola en nuestras vidas- y para la misericordia de Dios -regalándola
a los demás-. Hemos intentado hacer realidad el llamado del Papa Francisco a
asumir la misericordia de Jesús como nuestro estilo de vida.[3]
Y
hoy, en esta celebración del 18 de octubre, en esta celebración de la Alianza de Amor, queremos también
celebrar y vivir la misericordia divina. ¡Cuánta misericordia nos ha hecho Dios
al entregarnos a María como madre y aliada en el Santuario! ¡Cuánta misericordia
hemos recibido al sellar una Alianza de
Amor con María! ¡Cuántas misericordias hemos recibido de María en su
Santuario! ¡Cuántos milagros de misericordia han ocurrido en este lugar santo!
Sin dudar podemos decir que María se manifiesta aquí como Madre de Misericordia.
Madre de Misericordia
María se manifiesta como Madre de Misericordia para nosotros porque Ella misma ha recibido
misericordia: «el Todopoderoso ha hecho
en mí grandes cosas» dice en su cántico a la misericordia divina (Lc 1, 49). María se manifiesta como Madre de Misericordia porque ha recibido
en sus entrañas a la misericordia divina hecha carne: Jesucristo, su hijo y
nuestro Señor. “Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de
Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la
misericordia hecha carne.”[4]
Sí, Ella misma como persona fue plasmada por la
misericordia de Dios, de modo que Ella pueda plasmarnos a cada uno de nosotros,
pueda educarnos y formarnos a imagen de Jesucristo, misericordia viva del
Padre. Dios la plasmó para que Ella nos plasme. Como dice la Carta a los Efesios: «Nosotros somos creación suya: fuimos
creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios
preparó de antemano para que las practicáramos» (Ef 2,10).
Por su parte, el P. José Kentenich nos dice: “Dios en su
sabiduría creó a su madre. Ella no solo participa de esa misericordia de Dios,
sino que en razón de su ministerio tiene la tarea de hacer llegar a los hombres
esa misericordia de Dios. (…) Dios Padre y Cristo han reservado para sí el
juicio sobre la humanidad; y quieren hacerles llegar a los hombres la
misericordia a través de las manos de la Santísima Virgen.”[5]
Vemos así que María tiene un verdadero ministerio de
misericordia en la Iglesia y en la humanidad. Lo contemplamos en el evangelio de la Visitación (Lc 1, 39-56): «María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá» (Lc 1,39). Algunas traducciones del mismo
texto dicen «se puso en camino».
María se pone en camino con prontitud para acompañar y
ayudar a su anciana pariente Isabel (cf. Lc
1,7) que lleva ya seis meses de embarazo. Con ello nos muestra que la
misericordia “se identifica con tener un corazón solidario con aquellos que
tienen necesidad”[6];
pero sobre todo, nos muestra que la misericordia se identifica con la acción
concreta en favor de los demás. Sí, la misericordia siempre es concreta, como
el amor de una madre.
Así, con sus obras y palabras, María testimonia la
misericordia de Dios que se derrama sobre los hombres «de generación en generación» (Lc
1,50). Pero al realizar la misericordia con Isabel, María misma recibe a su vez
misericordia. María se pone en camino para ayudar y acompañar a Isabel; e
Isabel la proclama «bendita entre todas
las mujeres» y «feliz por haber
creído» en el Señor (Lc 1, 42.
45). Es entonces cuando María entona su cántico: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de
gozo en Dios, mi Salvador, porque él
miró con bondad la pequeñez de su servidora» (Lc 1, 46b-48).
Las dos realidades van unidas: realizar misericordia y
recibir misericordia.[7]
Así lo enseña el mismo Jesús: «Felices
los misericordiosos, porque obtendrán misericordia» (Mt 5,7). Así lo experimentamos nosotros cuando realizamos la
misericordia ayudando con sinceridad: al dar un don, o al dar de nuestro propio
tiempo y capacidades, aunque recibamos apenas una sonrisa como muestra de
gratitud, experimentamos que como seres humanos necesitamos de esa sonrisa, de
esa muestra de cariño y humanidad; y así, también nosotros recibimos
misericordia.
Alianza de misericordia
Por eso, al renovar hoy nuestra Alianza de Amor con María, queremos renovarla como Alianza de Misericordia. Ella, que a lo
largo de su vida ha recibido misericordia, nos la regala generosamente en el
Santuario y en la Alianza. De hecho,
nuestro Fundador dice que “nuestra Alianza de Amor es un desposorio entre la
misericordia de Dios y la miseria personal”.[8]
Es decir, que al sellar Alianza de Amor con
María, acudimos al Santuario con nuestros dones y anhelos, pero también con nuestras
necesidades, fragilidades y debilidades para ponerlas en sus manos y en su
corazón.
Estoy seguro de que muchos de nosotros podemos dar
testimonio de que la Alianza de Amor
con María es una de las misericordias más grandes que Dios nos hizo en la vida.
En esta Alianza de
Misericordia hemos recibido en primer lugar un hogar: el corazón de María.
Encontramos hogar allí donde somos aceptados incondicionalmente, donde somos
comprendidos. Allí donde somos acogidos con nuestras capacidades y
limitaciones, con nuestras virtudes y defectos. Allí donde podemos entregarnos
totalmente sin temor. En esta Alianza de
Misericordia somos transformados: de huérfanos nos convertimos en hijos de
una Madre; de heridos en sanados; de solitarios en hermanos. Sobre todo
volvemos a recuperar nuestra identidad
más auténtica: hijos amados del Padre. En esta Alianza de Misericordia somos enviados a entregar lo que hemos
recibido: la misericordia del Padre y de Cristo por manos de María. Así nos
convertimos en sus instrumentos, y con Ella hacemos cercana y concreta la
misericordia de Dios.
En este día 18 de octubre, antes de la clausura del Año Santo de la Misericordia, les invito
a que renovemos nuestra Alianza de Amor
como Alianza de Misericordia, y que
nos comprometamos a llevar esta Alianza
a muchas personas, para que también ellas experimenten la cercanía del Padre
Dios en sus vidas. Así contribuiremos a hacer de la misericordia el estilo de
vida característico de los cristianos.
A María, Madre de Misericordia, que en sus entrañas portó la misericordia de Dios hecha carne, le pedimos que desde el Santuario nos envíe como portadores de esta Alianza de Misericordia y como testigos de que “la misericordia de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno”.[9] Amén.
[1]
PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus
1.
[2]
PAPA FRANCISCO, Idem 2.
[3]
Cf. PAPA FRANCISCO, Idem 13.
[4]
PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus
24.
[5] P.
JOSÉ KENTENICH en P. WOLF (Ed.), La
mirada misericordiosa del Padre. Textos escogidos del P. Kentenich (Nueva
Patris, Santiago de Chile 2015), 227s.
[6]
PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA
NUEVA EVANGELIZACIÓN, Las obras de
misericordia corporales y espirituales (San Pablo, Buenos Aires 2015), 17.
[7]
Cf. JUAN PABLO II, Dives in misericordia
14.
[8] P.
JOSÉ KENTENICH en P. WOLF (Ed.), La
mirada misericordiosa del Padre…, 224.
[9]
PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus
24.
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